Amazonas: tierra mágica


La Amazonia venezolana es uno de los espacios naturales más exóticos de planeta. Así lo reconocen un significativo número de turistas extranjeros que visitan año a año la región. Sin embargo, es aún desconocido por gran parte de los venezolanos, que suele confundir esta mágica región con la fama de territorios como la Gran Sabana o el Delta del Orinoco


Tanto si recorremos por tierra el sur de la geografía venezolana, atravesando todo el amplio Apure, a pocos kilómetros después de cruzar en “chalana” el río Orinoco, como si tomamos un avión desde el aeropuerto de Maiquetía, rumbo a la pequeña ciudad de Puerto Ayacucho, nos vamos a encontrar en ambos casos con carteles que dirán a nuestra llegada: “Bienvenidos al Amazonas, tierra mágica”.

Efectivamente, este eslogan representa un significativo espíritu que parece acompañar a los visitantes que conocen este lugar, uno de los territorios más aislados y desconocidos de Venezuela y de toda América del Sur.

El estado Amazonas se encuentra situado entre el estado Bolívar y las fronteras de Brasil y Colombia. Posee aproximadamente 180.000 km2 (dos veces el tamaño de Portugal) y una población inferior a 150.000 habitantes (la república portuguesa tiene, aproximadamente, 11 millones de habitantes). Prácticamente no posee carreteras asfaltadas, pues la única que existe se recorre en poco más de hora y media.

Contrario a ello, cuenta con una extensa red hidrográfica que comunica prácticamente todo el territorio, la cual entrelaza cientos de ríos con la columna vertebral que forma el Orinoco. La mayor parte de este gran río es navegable durante todo el año y sólo lo interrumpen los regios raudales de Maipures y Atures, este último frente a su principal puerto y ciudad.

La majestuosidad de su tupida selva envuelve casi toda la región. Dentro de ella, la vida animal es infinita. El Amazonas es el territorio de la biodiversidad en pequeñas especies: insectos, reptiles y aves, principalmente. Sin embargo, misteriosos mamíferos lo vigilan por tierra y agua, como los rápidos felinos llamados “cunaguaros” o las juguetonas toninas (delfines de agua dulce).

Alrededor de 12 etnias indígenas habitan la zona. Entre ellas existe una fabulosa diversidad en su lengua, sus costumbres y adaptación a los procesos de aculturación. Las poblaciones indígenas más al sur del Estado (Alto Orinoco), como los famosos Yanomami, es la más llamativa y exótica de todas, pues aún conserva muy vivas sus ancestrales costumbres, tan distintas a las del mundo “civilizado”.

Entre el enorme mar verde que producen las copas de los árboles al sobrevolar, se divisan imponentes monumentos naturales. Dos de los más famosos son: “La Piedra del Cocuy”, domo de piedra gigante situado por la frontera sur, cercana al río Negro y el muy nombrado “Cerro Autana”, maravilloso tepuy lleno de misterios.

Atractivo, encanto y hechizo. En efecto, eso es el Amazonas. Sus infinitas piedras negras de extrañas formas que brotan de entre la tierra y el agua, muchas de ellas tatuadas con indescifrables jeroglíficos, evidencias de un pasado remoto. Sus majestuosos árboles que asoman ojos y exhalan sonidos que te observan y escuchan sin dejarse ellos ver; sus sobrenaturales tormentas en épocas de lluvia que hacen indomables los ríos en invierno; apacibles remansos de playas y dunas en el caluroso verano. Sus hombres y mujeres, cautelosos como la selva, llenos de leyenda y rito, llevarán a todo aquel que se atreva, a un mundo aún por descubrir.

Fuente: Lucas Monsalve - Fotografía: Gustavo Alemán/Revista Sala de Espera
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