Entusiasmo más acción, igual a éxito (2)

Para aumentar su entusiasmo, adquiera más conocimientos
Un viejo aforismo nos dice que cuanto más sabemos sobre algo, mejor comprendemos lo poco que sabemos. Cada nuevo descubri­miento que se realiza en medicina, en ingeniería o en física, plantea nuevas preguntas que superan en número a las respuestas obtenidas. También el conocimiento aumenta nuestro entusiasmo.
Cuanto más exploremos el espacio, cuanto más profundamente pe­netren nuestras cámaras en lo desconocido, y cuanto más descubra­mos de la estructura de la materia, mayor será nuestro entusiasmo por aprender aún más.

Un amigo mío, que dirige una agencia cuyo fin es la prevención de malos tratos a los niños, me dijo en una ocasión que resulta difícil conseguir dinero, reclutar voluntarios y convencer a los medios de co­municación de que den publicidad al problema, hasta que no hay con­ciencia en la gente de lo extendido que está dicho problema. Una vez que la gente se conciencia, está deseando ayudarle en su trabajo.

Una vez más el entusiasmo proviene del conocimiento.A la mayor parte de la gente les aburre la idea de coleccionar sellos, hasta que conocen la respuesta a preguntas tales como quién decide qué imagen va a aparecer en determinado sello y por qué, cuántos se­llos se ponen en circulación al año, qué es lo que hace que algunos sellos tengan un valor extraordinario, quién inventó los sellos y por qué todos ellos no son del mismo tamaño.

El conocimiento proporciona motivación y entusiasmo para apren­der más. Cuanto más sabemos de una persona, una cosa o una idea, más avanzamos en el desarrollo de nuestro entusiasmo. La ignorancia inhibe el entusiasmo; el conocimiento lo hace crecer.

Haga que los demás sientan entusiasmo y será usted todavía más entu­siastaEl refrán «cuanto más das, más ganas» puede aplicarse al entusias­mo. Cuanto más motive a otras personas, más motivación recibirá. Y cuanto más motivado esté, mejor hará su trabajo.Domine esta idea. Haga lo que haga, su habilidad para inspirar a los demás en orden a que den lo mejor de sí mismos para lograr un objetivo, es esencial para desempeñar eficazmente el liderazgo. Esta es una ley del éxito: las personas que son capaces de inspirar a los demás, llegan a ser grandes líderes. Las personas que no son capaces de ins­pirar a los demás nunca llegan a serlo.

Recuerde sus experiencias y, probablemente, podrá recordar a al­gún profesor que realmente le estimuló. Con él, usted estudiaba con ahínco, asistía siempre a sus clases, colaboraba y, sobre todo, aprendió algo valioso. Y, probablemente, puede recordar algún otro profe­sor que no le motivaba en absoluto. Con este último, usted estudiaba justo para aprobar, se perdía las clases en cuanto podía y aprendió sólo lo imprescindible.

¿Dónde estaba la diferencia? ¿Estaba graduado en una universidad mejor aquel de los profesores que lograba estimularle? ¿Era más inteli­gente? ¿Tenía más experiencia? Probablemente no. La diferencia esta­ba en su capacidad para transmitir entusiasmo a los estudiantes.

Hay grandes diferencias en la cantidad y calidad del trabajo que se realiza para distintos jefes, directores de una oficina, ejecutivos y supervisores. La gente capaz de estimular a los demás, ya cuenta con la primera de las condiciones para el liderazgo. Saben cómo motivar, impulsar y orientar a los demás hacia un objetivo.

Por todo lo anterior, la respuesta a la pregunta, «¿cómo puedo proporcionar inspiración a los demás?» es importante para ayudarle a ganar dinero, posición social y otras de las ventajas del liderazgo. Cuando sabe usted inspirar a la gente, animándoles a ayudar en la pla­nificación del trabajo, lo realizan mejor. Y cuanto mejor hagan el tra­bajo, mejor para usted. Una máxima sobre el liderazgo dice, «no nos juzgan por lo que hacemos, nos valoran por lo que conseguimos que hagan aquellos que nos ayudan».Lleve a la práctica esta máxima, y disfrutará más, por añadidura.

Haga que la gente se sienta orgullosa de los resultadosNo nos engañemos: cuanto más estrechamente se identifique una persona con el resultado final de su trabajo, más entusiasta y producti­va resultará.

Un amigo mío, propietario de una gran fábrica de muebles en Ca­rolina del Norte, está enormemente orgulloso de su personal. Y ellos también se sienten muy orgullosos de él. Es un maestro a la hora de ayudar al personal a identificarse con lo que hace la empresa. Sabe inspirar entusiasmo admirablemente.
«Pongamos como ejemplo a los conductores de los camiones», me explicaba. «Trabajan duramente, nunca se quejan y se arriesgan más de lo que les corresponde. Nuestros conductores se identifican con su trabajo. Cuando entregan un cargamento —a veces a más de dos mil millas de distancia— firman todos los documentos con la apostilla, «entregado con orgullo por ». El hecho de firmar con su nombre les hace pensar, «lo hice. He entregado este cargamento gracias a mi habilidad y a mi precaución, y trabajando duramente». Cuando telefo­nean a la oficina para comunicar que ya han realizado la entrega, siempre empiezan diciendo, “aquí...¡Misión cumplida!”»

«Pero no termina ahí la identificación de los empleados con su tra­bajo», prosiguió mi amigo. «Hay un equipo formado por un número de empleados que oscila entre tres y cinco que, para terminar, inspec­ciona cada pieza del mobiliario. Sus nombres figuran escritos en una etiqueta que va unida al mueble de manera muy visible. Esto les hace sentirse orgullosos y seguramente ayuda a que se vendan los muebles, al ver los clientes que el embalaje lo han realizado unos seres humanos, no unas máquinas.»

Incluso las secretarias en la fábrica de mi amigo figuran en las car­tas que escriben, en los informes, en las listas de precios (en todo lo que está mecanografiado) no con sus iniciales (nadie sabe a quién se alude con las simples iniciales), sino con su nombre completo.
La identificación con el trabajo realizado, supone una concentra­ción en lo grande y en lo importante, y es puro entusiasmo puesto en acción.
Cree un equipo en el que el entusiasmo sea primordialCon independencia de cuál sea la actividad a la que usted se dedi­que para lograr sus objetivos, necesita el apoyo efectivo de otras per­sonas. Tanto para dirigir una empresa propia como para mejorar su posición en la que trabaja, como para formar un equipo de atletas o para ganar unas elecciones públicas son necesarias personas que le ayuden a uno. A la hora de elegir esas personas, hay dos cualidades muy importantes: su capacitación y su actitud.

La capacitación es muy importante. Desarrollar una gran empresa supone gente capaz; para formar un buen equipo de béisbol se necesi­tan deportistas con talento, y para proyectar grandes edificios se nece­sita la colaboración de arquitectos competentes. Para lograr cualquier resultado brillante se necesita gente preparada, con talento’ y capaci­dad.

Vivimos en un momento en el que el trabajo cada vez es más espe­cializado y complejo. El número de especialistas laborales se ha dupli­cado en los últimos quince años, y puede triplicarse durante los próximos quince. Y el porcentaje de la población que tiene titulo universitario cada vez es mayor. Y, sin embargo, el aumento de la productividad no es satisfactorio ¿Por qué? La explicación es que la capacitación so­lamente indica lo que la gente puede hacer, no lo que la gente va a hacer. No existe ningún tipo de «test» de elección entre distintas res­puestas que pueda medir la buena disposición o la motivación.

¡La actitud es más importante que la capacidad! Una persona que dé un nivel de 10 en una escala del 1 al 10 en lo que respecta a su capa­cidad, pero que solamente llegue a un 5 ó un 6 en lo que respecta a su actitud, quedará por detrás en eficacia final comparada con otra persona con un nivel de 5 ó 6 en capacidad, pero de 10 en cuanto a actitud.

Con una puntuación de 10 en su actitud, uno puede aumentar en gran medida su capacitación final, por medio del aprendizaje, de la experiencia y del esfuerzo. Lo contrario, sin embargo, no es cierto. En cualquier negocio o profesión —en cualquier tipo de trabajo— hay personas de gran capacidad que obtienen resultados pobres, que van a la deriva, «se retraen» en el trabajo, no colaboran y no hacen nada para mejorar ellos, ni para que la empresa mejore.

Los entrenadores de los equipos de las universidades tienen que de­sempeñar un trabajo muy cuidadoso para reclutar a los jugadores más sobresalientes de la escuela.

Los ojeadores les indican a qué jugadores deben observar. Estos ojeadores buscan a los mejores jugadores que están en acción. Pero todas las temporadas hay sorpresas: jugadores de la escuela que ni Si­quiera fueron tomados en consideración por los ojeadores, ni reco­mendados por los entrenadores de dicha escuela y pasan a formar par­te del equipo de la universidad. La explicación está en que adoptan una actitud de máximo entusiasmo y deseo por formar parte del equipo.

Sin excepción, la gente que llega a lo más alto con verdaderos méri­tos se encuentra situada en la parte superior de la escala que mide la actitud. La capacidad es importante, pero nunca resulta tan fundamental como una actitud positiva y de verdadero compromiso. La ca­pacidad es solamente un poder en potencia. Hasta que no se pone en acción, no tiene ningún valor.La gente con actitud positiva sigue mejorando; la gente con actitud negativa, en el mejor de los casos, simplemente se mantiene.
Fuente: Fragmento/El libro del éxito

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