El proceso de preparar a una
persona para que ocupe su lugar en la sociedad, se llama sociabilización. Cada
grupo de gente, bien sea en la isla más pequeña del Pacífico o en una ciudad
moderna, tiene algún plan para cambiar la materia prima humana y convertirla en
el tipo de adulto que se necesita para hacer que funcione en su sociedad. La
conducta humana varía de una sociedad a otra, lo que se determina por la
religión de esa sociedad, sus ideas acerca del debido tratamiento que merecen
los demás, de su sistema económico, y de la acumulación de conocimientos de que
disponga. A veces los niños son principalmente sociabilizados por sus padres,
como sucedió al principio en los Estados Unidos, cuando los niños adquirieron
sus conocimientos, ayudando a sus padres en los hogares y en la cacería, y al
mismo tiempo aprendieron las modalidades del carácter que eran necesarias para
llevar una vida autoeficiente. Al hacerse más compleja la sociedad, dependemos
más en sus instituciones formales, para llevai a cabo la sociabilización.
La sociabilización se refiere a
"todo el proceso por medio del cual un individuo, nacido con
potencialidades de conducta de una amplitud enorme, es conducido a desarrollar
una conducta determinada, que se limita a una extensión menor, precisamente la
extensión que se acostumbra y es aceptable para él de acuerdo con las normas de
su grupo" (Child, 1954, p. 655). Algunas personas interpretan mal el
término, pensando que sociabilizar significa crear un hombre bueno para quien
nada en la vida es importante, excepto adaptarse a su grupo. Se necesita
aprender a trabajar con los demás y gozar con su compañía, lo que es parte de
la sociabilización para una comunidad que, para existir, es interdependiente.
Pero la sociabilización incluye todo el adiestramiento que una sociedad
proporciona. Toda persona debe contribuir en forma productiva. Debe pensar por
sí misma. Debe estar satisfecha cuando es apropiado que esté sola. A veces debe
oponerse a la opinión de las mayorías. Debe aceptar la responsabilidad de hacer
infelices a otros cuando se ve precisado a tomar una decisión impopular. La
debida sociabilización produce todos estos resultados. La sociabilización dista
mucho de ser un sinónimo de "divertirse en un grupo". Algunas
sociedades enseñan la cooperación y la igualdad, mientras que otras insisten en
la independencia y hasta en la competencia reñida, pero a cualquier proceso de
adiestramiento se le llama: sociabilización.
La sociabilidad dura toda la
vida. Es fácil pensar en la sociabilidad como una actividad preparatoria, que
se necesita antes de entrar en cualquier círculo. Este punto de vista es muy
limitado. Aunque es verdad que tienen que aprenderse más lecciones en la
juventud que más tarde en la vida, la sociabilidad continúa durante la vida del
adulto. Debe continuar, pues la sociedad cambia. Según se adquieren nuevos
conocimientos y aparecen nuevos inventos, la sociedad debe adaptarse a ello.
Además, la vida del individuo cambia según envejece y asume nuevas obligaciones
como padre, supervisor, trabajador retirado, etc. Es necesario aprender nuevas
cosas para llenar estos cometidos.
Responsabilidades especiales de
la escuela
La responsabilidad para lograr la
sociabilización se reparte entre muchas instituciones. Algunas cosas todavía se
enseñan principalmente en el hogar: la forma de hablar nuestra lengua, cómo
vestirse, cómo comer, cómo ser bondadoso con los demás. El catecismo y la
iglesia muestran la forma de obtener satisfacción y guía, por los rituales de
la iglesia, y enseñan algunas de las actitudes básicas y los principios de la
buena conducta. Los patrones enseñan la forma de ser hábil en los negocios. Los
periódicos, las películas de cinematógrafo y otros medios de comunicación con
las masas, también educan: respecto de la forma de atender a los niños, sobre
las cuestiones políticas y en cuanto a las modas. Todas éstas, proporcionan
ideas y habilidades y nos indican las actitudes que ayudan a enfrentarse a las
demandas que exige la cultura y contribuyen a ella.
La escuela tiene dos
preocupaciones en el proceso de hacer sociables a los niños. Lo primero, es la
responsabilidad primaria del aprendizaje intelectual y la adquisición de
ciertas habilidades. Por ejemplo, todas las personas tienen que conocer el
sistema de símbolos numéricos, que juegan un papel tan importante en los
negocios y en la ciencia. Por lo tanto, la escuela tiene que enseñar
aritmé¬tica y, más ampliamente, el pensamiento cuantitativo. Además, la escuela
es el lugar donde la gente recibe un concepto organizado del mundo por medio de
la geografía, la ciencia y la historia.
Segundo, se espera que la escuela
complemente el trabajo de otras fuentes de sociabilización. El hogar y la
vecindad de otras personas enseña al niño gran parte de lo que debe saber
respecto a trabajar con otros, por ejemplo. La escuela prosigue estas
lecciones. Las actividades escolares bien planeadas, pueden hacer mucho para
compensar la falta de un hogar adecuado. Por ejemplo, la escuela puede enseñar
al niño agresivo cómo lograr satisfacción, sin necesidad de molestar a los
demás. Por otra parte, algunas actividades de la escuela pueden interferir con
la sociabilización deseable; algunas de las costumbres escolares fomentan la
competencia hostil, en vez del respeto hacia los demás.
Los posibles objetivos de la
escuela, se identifican, al contestar dos preguntas: ¿Qué es lo que la gente
debe saber para constituir una parte efectiva de nuestra sociedad (o de la
mejor sociedad que la educación puede promover)? ¿Cuáles de estos tipos de
enseñanza no se están impartiendo, por medio de institucio¬nes distintas de la
escuela? Como ya hemos dicho, las ciencias de la conducta dan una valiosa
perspectiva, desde la cual podemos revisar las suposiciones de valor. Los
antropólogos comparan las metas de la sociabilización en diferentes culturas;
estas comparaciones sugieren a veces que nuestras propias tradiciones, no son
muy sabias (Mead y Wolfenstein, 1955; Benedict, 1934). Unicamente por medio de
un estudio agudo y objetivo de sus tradiciones y de su organización social, una
nación puede decidir juiciosamente lo que debería perpetuarse en la forma en
que está y lo que debería desecharse, para dar paso a nuevas formas de
conducta.
Uno de los medios de averiguar lo
que la gente debería aprender, es el de estudiar cómo actúan los miembros de
nuestra sociedad. Si comparamos a aquellos que son efectivos con los que
flaquean o los que no contribuyen en forma alguna, encontramos el lugar donde
nuestra maquinaria de sociabilización ha fallado. Considere como un ejemplo la
vida familiar. El hogar es menos estable, y los divorcios, más frecuentes que
antaño. El porcentaje de divorcios parece ser indeseable, porque el estudio de
las parejas divorciadas y sus hijos muestra que muchas de ellas siguen siendo
inestables y desdichadas. Aunque el divorcio pueda ser, a veces, el mejor medio
de resolver un determinado conflicto familiar, un alto porcentaje de éstos es
una indicación de que hay muchos matrimonios poco juiciosos. Habiendo
identificado una debilidad social como ésta, el siguiente paso es buscar las
causas y los posibles remedios, v. g., la falta de educación sexual. Cuando un
hogar u otra institución de sociabilización que no está organizada debidamente,
deja de enseñar los medios apropiados de pensar y de actuar, que son benéficos
para la sociedad en general, la comunidad se proteje, pidiendo a alguna otra
institución bajo su control, que les enseñe. Esto explica la tendencia en los
últimos años de incluir el estudio de los problemas familiares en los programas
de las escuelas.
La escuela, en su larga historia,
ha asumido muchas obligaciones, cada una de ellas meritorías de por sí. En una
centuria, la escuela ha sido la encargada de preparar escolares para una vida
intelectual; además la integración de niños de inmigrantes para que conozcan la
tradición de Norteamérica, y también la preparación para trabajos industriales
y técnicos. Sin embargo, hay muchos campos de conocimiento útil y demasiadas
actitudes importantes para que ellos puedan considerarse seriamente como
objetivos escolares. La escuela no puede encontrar el tiempo necesario para
compensar todas las deficiencias de las otras fuentes de sociabilización.
Aunque haya un completo acuerdo
respecto de lo que se considera de máxima importancia, es difícil decidir hasta
qué punto debe concentrarse el esfuerzo a fin de llevar a cabo estos objetivos
tan vitales, en forma completa, y cuánto esfuerzo debe dedicarse en una forma
difusa, para prestar alguna atención a otros objetivos de primera importancia.
Este problema se presenta, por ejemplo, cuando una legislatura propone que todo
alumno de secundaria debe ser instruido respecto de las consecuencias de la
bebida. También puede presentarse al asignar algún tiempo dentro de un curso en
particular, por ejemplo, la profesora de inglés que se mencionó más arriba,
escogió dar énfasis a la discusión oral, restando tiempo a las tareas de
composición. La Psicología puede contribuir a la resolución de estos asuntos
(por ejemplo, investigando si es o no cierta la información acerca de si los
efectos fisiológicos del alcohol afectan los hábitos de beber de un adulto).
Las decisiones finales, sin embargo, dependen primordialmente de los valores
que poseen quienes dirigen las escuelas y el público en general.
Lee J. Cronbach / Psicología educativa / Abstrct
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