Es la ley de
la vida: el tiempo pasa, los niños crecen y los padres, en algún momento, vuelven a estar solos. ¿Qué hacer entonces?
Muchas personas tienden a deprimirse, sienten que les falta algo y les sobra
tiempo, pero todo sigue después de que los hijos dejan el hogar. Adaptarse
puede llevar un tiempo, pero verás que antes de que te des cuenta, ya todos estarán felices con su nuevo estilo
de vida.
Hace mucho
tiempo existía un dicho que decía: “Ay, Dios, ¿cuándo seremos dos?” Y reflejaba
la sensación que muchas veces tienen los padres cuando están cansados de correr
de aquí para allá con sus pequeños, y añoran esos años de noviazgo en los que
existían sólo el uno para el otro.
Sin embargo,
cuando los niños crecen y llega la hora de que el último (o el único) deje el
hogar, por ejemplo, para ir a estudiar a la universidad, parece que los padres
se han olvidado de aquellos años de pareja y no saben qué hacer, tal parece que
sobran los momentos de silencio y soledad.
Así, algunos
no pueden dejar de llamar a sus hijos que están lejos, otros no saben con qué
llenar su tiempo o sienten que no tienen nada que hacer. Esta situación, bastante común, es la que
algunos llaman “el síndrome del nido vacío”. ¿Te está pasando algo parecido?
Pues en ti está ver las cosas de otro modo. Fíjate que éste puede ser un
momento maravilloso en la vida familiar, que les permitirá a los padres
recuperar los espacios de pareja y otras actividades que tenían abandonadas.
Al mismo
tiempo, también es un momento ideal para fortalecer el vínculo con los hijos
que ya están grandes y, aunque a la distancia, pueden seguir participando de
las decisiones familiares, incluso trayendo nuevas ideas y formas de resolver
situaciones.
En este
sentido, si bien es importante conservar algunas tradiciones familiares,
también es significativo que le des lugar a la creación de nuevos hábitos, a
medida que la relación con tus hijos se va volviendo más adulta.
¿Los extrañas
tanto o te sientes tan vacío que te parece imposible volver a estar bien?
Tranquilo(a) no te desesperes. Todo es cuestión de tiempo y ésta no es la
excepción, pues para adaptarse a la nueva vida todos, padres e hijos, deberán
atravesar un período de cambios y evolución. Sé paciente contigo mismo(a).
Es posible que
al principio resulte más difícil adaptarte. Pero no por eso hay que darse por
vencido. Encontrarse con personas o amigos que estén pasando por la misma
situación y con quienes puedas hablar sobre tus sentimientos, puede ayudarte a
vencer esa sensación de pérdida que tal vez te esté invadiendo. Salir a cenar o
ir al cine con amigos también puede ser alentador.
Otras
posibilidades incluyen inscribirse en alguna clase o volver a ese pasatiempo
que habías abandonado mientras los niños crecían. Y por supuesto, aprovecha el
momento para volver a encontrarte con tu pareja y buscar actividades, espacios
o momentos compartidos.
Mientras vas
rearmando tu vida, trata de no hacer grandes cambios como vender la casa
familiar, al menos en el período inicial, ya que este proceso les llevará
tiempo a los padres y a los hijos y todos se beneficiaran si mantienen cierto
sentimiento de estabilidad entre tantos cambios.
Del mismo modo,
retrasar la renovación de la habitación de tu hijo o hija puede ser muy bueno
para él o ella, pues incluso los jóvenes independientes agradecen volver a un
ambiente conocido cuando se sienten solitarios o extrañan su lugar.
Recuerda que
para ellos también es una etapa de cambios en la que atravesarán buenas y malas
experiencias que, aunque quieras, posiblemente no puedas evitar.
Por eso, lo
mejor es seguir acompañando a tus hijos en este proceso y ver a esta etapa de
cambios como una oportunidad para progresar y para seguir creciendo juntos.
Después de todo, el fin de una etapa es el comienzo de otra que no será mejor
ni peor sino simplemente distinta y no por eso menos gratificante.
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