En un pueblo maravilloso

 
Había una vez un pueblo maravilloso, situado en un valle escondido entre montañas y lagos que lo separaban de otros pueblos.

Todo era tan limpio y colorido que me hacía sentir como si estuviera dentro de un libro de cuentos.
             
Un montón de duendes correteaban alegres, entre inquietas ardillas y conejos saltarines mezclándose con las flores, las mariposas y las abejas.
             
En el pueblo había fábricas de mermeladas, de caramelos y chupetines, de confites y de helados. También se producía miel y en el tambo de don Felipe, los quesos y la manteca eran una delicia.
             
Todos trabajaban durante el día y a la tardecita llegaba un carro muy grande que llevaba la producción a otros pueblos y así terminaba la jornada en este apacible lugar.
             
Los árboles que adornaban las veredas tenían una extraña particularidad, en verano daban la más espesa de las sombras y el día mismo en que comenzaba el otoño, se quedaban sin una sola hoja, dando paso al calor y la luz del sol.
 
Nadie me supo explicar este misterio, yo creo que por la noche el viento se llevaba las hojas y las dejaba del otro lado de las montañas, para que las calles estuvieran siempre limpias y relucientes.
             
Si no hubiera vivido un tiempo allí, dudaría, como dudan ustedes, de su verdadera existencia.
             
Este lugar me llenaba de paz y alegría, pero había un problema que preocupaba a los vecinos: hacía semanas que el duende Vientillo había desaparecido, todos estaban tristes, lo buscaron y lo buscaron pero fue en vano.
             
Nadie sabía que Vientillo había pasado la temporada de vacaciones buscando sueños dentro de la escuela y como la escuela estaba cerrada no se les ocurrió pasar por allí.
             
Buscar sueños es un trabajo delicado, requiere de paciencia y atención, porque los sueños son frágiles y se pueden asustar.
             
Con su cara dulce y su sonrisa tierna, Vientillo logró encontrar a todos los sueños que esperaban en la escuela, así supo de los sueños de los niños, de los maestros, de los ayudantes, de los pupitres, de las paredes, de la directora, del mástil, del patio, de la campana, de los pizarrones... encontró tantos que tuvo que pedir ayuda a todos los duendes para hacerlos realidad.
             
Comenzaba el año escolar; cientos de niños, con sus blancos delantales, se acercaban al colegio; la alegría y el entusiasmo de las familias embellecían aún más el lugar.

Yo también me sentí muy feliz y quise estar presente aquella mañana, para escuchar el himno y ver la bandera elevándose hacia el cielo. 

Al
entrar a la escuela todos nos quedamos mudos de asombro: las paredes resplandecientes estabanadornadas con coloridos dibujos, el mástil y la campana brillaban como nunca, los pupitres, recién pintados,parecíanflamantes, y en el pizarrón renegrido había un mensaje que decía: "bienvenidos, los quiero mucho "En el patio,hamacas y toboganes invitaban a jugar, y cuando llegó la tarde los niños no se querían ir; había tantos libros nuevos en la biblioteca, que leer era un placer.
 
Los Maestros y los ayudantes, complacidos, veían cómo sus niños disfrutaban de la escuela, y ladirectora lloraba de emoción.Vientillo y los duendes estaban recontentos, habían hecho realidad los sueños más hermosos. Me alejé de este pueblo, siguiendo mi camino. Para mí también fue un sueño, no recuerdo dónde queda, ni cómo se llama, pero sé que algún día volveré y quizás les cuente otro cuento de este pueblo maravilloso.
 
La escuela, oh maravillosa escuela,
eres el modelo y haz de el modelo,  
del pueblo o del pais que todos queremos. 
 
Pancho Aquino / Cuentos para niños de 8 a 108

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