• «Perdono y soy libre.»
• Enunciados
• Jamás los perdonaré.
• No merecen ser perdonados.
• Lo que me hicieron era imperdonable.
• Me han arruinado la vida.
• Lo hicieron a propósito.
• Yo era tan pequeño, y me hicieron tanto daño.
• Primero tendrán que disculparse.
• Mi resentimiento es una medida de seguridad.
• Sólo los débiles perdonan.
• Yo tengo razón y ellos se equivocan.
• Todo es culpa de mis padres.
• Yo no tengo que perdonar a nadie.
¿Despierta resonancias en ti alguno de estos enunciados? Para la mayoría de nosotros, el perdón es un tema difícil.
Todos necesitamos trabajar con él. Cualquiera a quien le represente un problema amarse a sí mismo está empantanado en este terreno. El perdón nos abre el corazón al amor a nosotros mismos. Somos muchos los que llevamos años y años acarreando resentimientos. Lo que ellos nos hicieron nos inspira una actitud farisaica. A esto llamo yo estar inmovilizado en la prisión del resentimiento farisaico. Así llegamos a tener razón, pero jamás a ser felices.
Me parece oírte decir: «Pero tú no sabes lo que me hicieron; es imperdonable».
No estar dispuestos a perdonar es algo demasiado terrible para hacérnoslo a nosotros mismos. El resentimiento es como tragarse diariamente una cucharadita de veneno. Se va acumulando y nos daña. Es imposible estar sano y ser libre cuando sigue uno atado a su pasado. El incidente ya pasó hace tiempo. Sí, es verdad que ellos no se comportaron nada bien. Pero aquello se terminó. A veces sentimos que si les perdonamos sus deudas, estamos diciendo que lo que nos hicieron estaba bien.
Una de las lecciones espirituales más importantes que tenemos que aprender es entender que «todo el mundo» hace lo mejor que es capaz de hacer en cada momento. Con el entendimiento, la conciencia y el conocimiento que tiene, la gente no puede llegar más que hasta cierto punto. Inva-riablemente, cualquiera que maltrate a alguien ha sido maltratado de niño. Cuanto mayor es la violencia, mayor es su propio dolor íntimo. Esto no significa que se excuse el mal comportamiento, y sin embargo, por nuestro propio crecimiento espiritual, debemos tener conciencia de que esas personas sufren.
El incidente pasó, y quizás ya hace mucho tiempo. Entonces, déjalo en paz. Permítete ser libre. Sal de la prisión y asómate al sol de la vida. Si el incidente aún sigue repitiéndose, pregúntate por qué te estimas en tan poco a ti mismo que sigues aguantando algo así. ¿Por qué te quedas en esa situación? El propósito de este libro es ayudarte a cultivar tu autoestima, llevándola a un nivel tal que sólo dé entrada en tu vida a experiencias de amor. No pierdas el tiempo tratando de «desquitarte». Eso no funciona. Lo que enviamos al mundo, éste nos lo devuelve. Siempre. Entonces, olvidémonos del pasado y aprendamos a amarnos a nosotros mismos en el ahora. De esa manera tendremos un futuro maravilloso.
La persona a quien más te cuesta perdonar es la que puede enseñarte las lecciones más valiosas. Cuando te ames a ti mismo lo suficiente para elevarte por encima de la situación de antaño, entonces la comprensión y el perdón te resultarán fáciles. Y serás libre. ¿Te asusta acaso la libertad? ¿Te parece más seguro seguir empantanado en tu antiguo resentimiento y en tu amargura?
El trabajo con el espejo
Es hora de encontrarnos con nuestro amigo el espejo. Mírate a los ojos y di con convicción: «¡Estoy dispuesto a perdonar!» Repítelo varias veces.
¿Qué es lo que sientes? ¿Te sientes tenso y bloqueado? ¿O más bien abierto y bien dispuesto?
Limítate a observar tus sentimientos, sin juzgarlos. Haz unas cuantas inspiraciones profundas y repite el ejercicio. ¿Sientes algo diferente?
Louise L. Hay/Ámate a ti mismo: Cambiarás tu vida
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