A la memoria de Billy

El niño y el venado

Era uno de los días mas calientes del tiempo seco de Verano. No habíamos visto la lluvia en casi un mes.

Las cosechas se estaban muriendo. Las vacas habían parado de dar leche. Los ríos estaban secos hasta el piso.

Era la temporada seca que iba a llevar a siete granjeros a la bancarrota antes que terminara...

Todos los días, mi esposo y sus hermanos iban por el arduo proceso de tratar de llevar agua a los campos.

Últimamente, el proceso envolvía llevar un camión a la planta de agua y llenarlo de agua. Pero, la raciones de agua las cortaban cada día mas. Si es que no veíamos lluvia pronto....íbamos a perderlo todo. Fue en este día que aprendí una verdadera lección de compartir y ser parte del único milagro que pude ver con mis propios ojos...

Estaba en la cocina haciendo almuerzo para mi esposo y sus hermanos, cuando vi a mi hijito de seis años, Billy, caminar hacia el bosque. El no estaba caminando, como un niño normal de su edad (sin preocuparle nada); en cambio estaba caminando con mucho cuidado y solo podía ver su espalda. Obviamente, estaba caminando con mucho esfuerzo... tratando de estar lo mas quieto posible. Minutos después desapareció en el bosque, y volvió a salir corriendo hacia la casa.

Seguí haciendo los sándwich; pensando que sea lo que sea que estaba haciendo, ya había terminado. Momentos después, volvió a caminar bien lentamente hacia el bosque... Esta actividad siguió ocurriendo por una hora. Finalmente, no pude aguantar mas y lo seguí (teniendo cuidado que no me viera... obviamente estaba haciendo algo tan importante y no necesitaba a su "mami" que lo chequease.) El tenia sus manos juntas adelante de el mientras caminaba; teniendo mucho cuidado que el agua que tenia en ellas no se cayera. Me acerque un poco mas cuando llegamos al bosque. Ramas y troncos le golpeaban su cara, pero no trato de esquivarlas. El tenia algo mucho mas grande que hacer...

En lo que me agache para verlo, vi una vista extraordinaria. Una gran cantidad de venados estaban al frente de el. El se les acerco. Casi, grito al ver un venado (macho) con sus cuernos bien grandes demasiadamente cerca a el. Pero, el venado no lo ataco... el ni se movió, mientras que mi hijo se arrodillaba. Y vi un pequeño venadito tirado en el pasto, sufriendo de deshidratación y exhausto del sol, apenas pudo levantar su cabeza con mucho esfuerzo para lamer el agua de las pequeñas manos de mi hermoso niño.

Cuando se tomo toda el agua, Billy corrió a la casa y yo me escondí atrás de un árbol. Luego lo seguí a la casa; de un caño que habíamos cerrado, que apenas pudo abrir; gotas empezaron a caer. El espero ahí, dejando que gota por gota llenase sus pequeñas manitos; mientras que el sol asoleaba su espaldita. Luego muchas cosas se aclararon en mi mente. La semana anterior el había sido castigado por jugar con agua.

El aprendió la lección de no malgastar agua y esa era la razón porque no me pidió ayuda. Le tomo 20 minutos para recoger el agua que necesitaba. El se levanto y ahí yo estaba parada en frente de el. Sus ojos se llenaron de lágrimas, "No estoy desperdiciando esta vez", es todo lo que me dijo. Cuando empezó a caminar, yo lo acompañe con una olla de agua de la cocina...

Deje que fuera solo hacia los venados. Era su trabajo; y yo me quede atrás de un árbol mirando el corazón más bello que he conocido, trabajando tan fuerte para salvar otra vida.

Lágrimas caían por mis mejillas al piso, luego de repente fui acompañada por mas gotas...y mas gotas...y mas. Mire hacia el cielo. Era como si Dios mismo estuviese llorando de orgullo. Quizás algunos pueden decir que esto fue coincidencia, que los milagros no existen y no trato de convencer a nadie de lo contrario…

Lo único que puedo decir es que ese día llovió y salvo nuestra granja... así mismo, como las acciones de un pequeño niño salvaron una vida. Si gustan pueden compartir con otras personas, siempre es bueno creer que cuando todo nos está saliendo mal, algo bueno pasa al final.

Escribí esto para honrar la memoria de mi hermoso hijo Billy, el cual murió demasiado pronto...pero no antes sin mostrarme la verdadera cara de Dios.
Autor Anónimo

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