Razones de vida

Fabricante de etiquetas

La vida es como una botella de buen vino. Algunos se contentan con leer la etiqueta. Otros prefieren probar su contenido.

En cierta ocasión mostró Buda una flor a sus discípulos y les pidió que dijeran algo acerca de ella.

Ellos estuvieron un rato contemplándola en silencio.

Uno pronunció una conferencia filosófica sobre la flor. Otro creó un poema. Otro ideó una parábola. Todos tratando de quedar por encima de los demás.

¡Fabricantes de etiquetas!

Mahakashyap miró la flor, sonrió y no dijo nada. Sólo él la había visto.

¡Si tan sólo pudiera probar un pájaro, una flor, un árbol, un rostro humano...!

Pero ¡ay! ¡No tengo tiempo! Estoy demasiado ocupado en aprender a descifrar etiquetas y en producir las mías propias. Pero ni siquiera una vez he sido capaz de embriagarme con el vino.

El explorador

El explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por saberlo todo acerca del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar con palabras la sensación que había inundado su corazón cuando contempló aquellas flores de sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos nocturnos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que sintió en su corazón cuando se dio cuenta del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa por las inciertas aguas del río?

Y les dijo: "Id y descubridlo vosotros mismos. Nada puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales".

Pero, para orientarles, les hizo un mapa del Amazonas.

Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el Amazonas pues no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era y dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas?

El explorador se lamentó toda su vida de haber hecho aquel mapa. Habría sido preferible no haberlo hecho.

Cuentan que Buda se negaba resueltamente a hablar de Dios. Probablemente sabía los peligros de hacer mapas para expertos en potencia.

El patito

El santón sufi Shams‑e Tabrizi cuenta acerca de sí mismo la siguiente historia: Desde que era niño se me ha considerado un inadaptado. Nadie parecía entenderme. Mi propio padre me dijo en cierta ocasión: "No estás lo suficientemente loco como para encerrarte en un manicomio ni eres lo bastante introvertido como para meterte en un monasterio. No sé qué hacer contigo".

Yo le respondí: "Una vez pusieron un huevo de pata a que lo incubara una gallina. Cuando rompió el cascarón, el patito se puso a caminar junto a la gallina madre, hasta que llegaron a un estanque. El patito se fue derecho al agua, mientras la gallina se quedaba en la orilla cloqueando angustiadamente.

Pues bien, querido padre, yo me he metido en el océano y he encontrado en él mi hogar. Pero tú no puedes echarme la culpa de haberte quedado en la orilla".

El valor de una sonrisa

"Sonreír es un buen medio para crearse un alma amiga.

Pero no una sonrisa irónica y burlona, esa sonrisa es un ángulo que juzga y reprueba. Sino la sonrisa amplia, limpia, la sonrisa... al borde de la risa.

Saber sonreír, ¡qué fuerza! Fuerza de apaciguamiento, fuerza de dulzura, de calma, fuerza de irradiación...

Quieres hacer a un camarada una crítica que juzgas necesaria, darle un consejo que crees útil. Crítica, consejo, cosas difíciles de soportar de tu mirada, la sonrisa de tus labios, mediante toda tu fisonomía alegre.

Y la crítica y tu consejo darán mejor resultado porque no habrán lastimado.
Resulta difícil a veces la palabra justa, la actitud adecuada, el gesto apropiado. Pero sonreír ¡es tan fácil y arregla tantas cosas!"
Guy de Larigaudie

Solamente una pequeña sonrisa en tus labios alegra tu corazón;
Te mantiene de buen humor;
Da paz a tu alma;
Conserva tu salud;
Embellece tu rostro;
Suscita buenos pensamientos;
Inspira buenas acciones:
Sonríe a ti mismo hasta darte cuenta de que tu habitual seriedad o eventual severidad ha desaparecido;
Sonríe a ti mismo hasta dar calor a tu corazón con el sol de tu radiante rostro;
Y luego ve a irradiar tu sonrisa;
Tu sonrisa tiene ahora una obra que realizar por Dios.
Tú eres ahora un apóstol y tu instrumento de conquista es la sonrisa.
La gracia que habita en ti, hará tu sonrisa cautivadora y fecunda.
Sonríe a los rostros desolados, tímidos, tristes, enfermos,
A los rostros frescos y juveniles,
A los viejos y arrugados.
Sonríe a tu familia, a tus amigos, y permítelos
A todos gozar de tu radiante rostro.

Cuenta si quieres el número de sonrisas que tu sonrisa ha provocado a otros en un día; y ese número te dirá cuántas veces tú has suscitado contento, alegría, satisfacción, ánimo, confianza en los corazones de otros. Tu sonrisa puede llenar una vida de esperanza, de ánimo en los corazones cansados, oprimidos, tentados, desesperados.

Y sonríe también a Dios. Sonríe a Dios en amorosa aceptación de lo que Él disponga de tu vida y tú merecerás gozar de la paz de Cristo radiante, sonriente, de amor para ti y por toda la eternidad. Todo por Cristo por medio de María con una sonrisa.

(Cardenal Cushing, arzobispo de Boston)

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