Educación que permita a todos, sin excepción, el desarrollo de sus talentos y capacidades creativas, de modo que cada uno pueda desarrollar la semilla de sí mismo y alcanzar su plenitud. Educación que despierte el gusto por aprender, por superarse permanentemente, por llegar a ser cada vez mejor, que fomente la creatividad, la libertad y el amor. Educación que enseñe a vivir y a convivir, a defender la vida, a dar vida para que todos podamos vivir con dignidad y contribuir a la construcción de un mundo mejor.
Educación que prepare a las personas, comunidades y naciones, ya no para acomodarse a los cambios, sino para orientarlos a favor de un proyecto de construcción de otro mundo posible en el que prevalezca la justicia, la inclusión, la dignidad, la democracia, el respeto a la diversidad y la paz. Educamos, en definitiva, no meramente para formar los profesionales que el mercado requiere sino los seres humanos que necesita una sociedad libre y profundamente democrática. Armados de una ciencia profundamente humanista y de una conciencia social y espiritual que les permita transformar creativamente su entorno hacia verdaderas metas de desarrollo humano sustentable.
En definitiva, educar es servir, poner la propia persona al servicio de la promoción del otro. Por ello, no basta con proporcionar educación a todas las personas, sino que se trata también de educar a toda la persona.
Esto es lo que significa integral. Educar razón y corazón, inteligencia y sentimientos, memoria e imaginación, voluntad y libertad. Educar los sentidos, pies y manos, estómago y sexualidad. Educar a cada persona como ciudadano del mundo pero también hijo de su aldea, de su región, de su país. Educar para llegar a ser, para convertirnos en esa persona plena y feliz que estamos llamados a convertirnos, en ese ciudadano trabajador y solidario, verdaderamente comprometido con el bien común, gestor de vida y dador de vida.
¡Cuántos genios en potencia han quedado frustrados y cuántas potencialidades seguirán dormidas por no contar con una buena educación o con un educador que les ayude a descubrirlas y potenciarlas! En uno de sus inolvidables escritos, José Saramago hace una increíble descripción de su abuelo: "Viene cansado y viejo.
Arrastra setenta años de vida difícil, de dificultades, de ignorancia. Y con todo, es un hombre sabio, callado y metido en sí, que solo abre la boca para decir las palabras importantes, las que im-portan (...) Un hombre igual a muchos de esta tierra, de este mundo, un hombre sin oportunidades, tal vez un Einstein perdido bajo una espesa capa de imposibles, un filósofo (¿quién sabe?), un gran escritor analfabeto. Algo sería, algo que nunca pudo ser".
A su vez, Saint-Exupéry recuerda un viaje en un tren repleto de gente de extracción social baja. Un niño pequeño dormía arrebujado entre sus padres. El escritor francés se quedó mirando la carita del niño y recordó la figura del gran compositor Wolfang Amadeus Mozart. Y pensó que probablemente ese niño tuviera en sí potencialidades como para llegar a ser un gran músico, pero temió que ni la vida ni sus educadores le iban a ofrecer las oportunidades necesarias, con lo cual sus potencias quedarían ahogadas.
Después de una larga reflexón, cuando el escritor separa ya definitivamente los ojos del niño, en su fuero interno lo considera como un "Mozart asesinado". ¡Cuántas personas no han podido realizar sus potencialidades por falta de educación o de una verdadera educación integral de calidad! ¡Cuántos artistas, científicos, héroes, santos..., habrá bloqueado la mala educación!
De ahí que la educación integral de calidad para todos debería constituirse en el principal proyecto del Estado y de toda la sociedad.
Antonio Pérez Esclarìn
No hay comentarios:
Publicar un comentario