Aprendiendo a ser padres (2)

Entrevista de Eduard Punset con Jay Belsky, psicólogo del Bircbeck College de la Universidad de Londres

Eduard Punset:

Parece que otra manera de utilizar la paternidad erróneamente, y sucede sobre todo con los maridos y los padres, es cuando intentan ser el colega o el compañero o el amigo del niño, hasta el punto de que realmente olvidan los objetivos de la paternidad. ¿Qué quieres decir con esto?
Jay Belsk:

El problema de querer ser amigo de tu hijo, es que puedes acabar anulando al padre responsable, al que tiene que decir que no, al que tiene que negar privilegios, al que tiene que castigar, al que tiene que poner normas, al que tiene que hacer que el niño se sienta responsable de sus actos. Y al niño puede resultarle difícil de entender; pensaría: “Pensé que eras mi amigo, pensé que eras mi colega. Mis amigos, mis compañeros no me dicen lo que tengo que hacer y lo que no tengo que hacer”. Por eso, lo que yo digo es que no debemos querer ser amigos de nuestros hijos, tenemos toda la vida para hacerlo y serlo, cuando sean
jóvenes adultos y después.

Eduard Punset:

Jay, quizás la parte más explosiva de nuestra reflexión, me refiero a las guarderías, que se ocupan de los niños porque las mujeres están trabajando, por lo que no pueden ocuparse de sus hijos. Según los resultados que se desprenden de tus investigaciones, las guarderías no son buenas o no son tan buenas como pensamos que serían para el futuro de los niños. ¿Cómo podrías resumir la situación?

Jay Belsk:

Creo que en lo que respecta a las guarderías y a cualquier otro método de cuidado infantil no materno que utilizan las familias a menudo es realmente ambivalente. Cuando el niño empieza a pasar muchas horas en este tipo de ambiente, en sus tres, cuatro o cinco primeros años de vida, durante treinta o cuarenta horas por semana en la guardería, parece que esos niños son más agresivos y desobedientes cuando se hacen mayores. Sin embargo, también sería un error condenar a todas las guarderías o cuidadores infantiles como algo malo, porque no es cierto. Hay muchas pruebas, y hablo ahora de lo bueno, de que unos cuidados infantiles de calidad, que sean dispensados por un personal sensible y atento fomentan el desarrollo cognitivo y lingüístico del niño. De modo que, en mi opinión, la moraleja parece ser que si se van a utilizar estos servicios, si se puede, es mejor empezar después de los cuatro o cinco primeros años de vida del niño en lugar de empezar demasiado temprano. Tenemos que intentar que sean los mejores cuidados posibles. La triste verdad es que en algunos países pagamos más por aparcar el coche que por aparcar a nuestros hijos.

Pero quiero que quede claro, no hay que dramatizar. Nadie está hablando aquí de que muchas horas en manos de cuidadores infantiles vaya a transformar a los niños en asesinos del hacha. Se produce un leve incremento de la agresividad y desobediencia. Pero ¿qué pasa con todos esos niños que se han pasado años con cuidadores, que son algo más agresivos y desobedientes, no mucho más pero un poco más, y que luego acaban en la misma clase? ¿Les costará más controlar esas clases a las maestras? ¿Podrían ser contagiosas esa agresividad y desobediencia y transmitirse a otros niños que no han estado con cuidadores? De hecho, hemos investigado el asunto y hemos descubierto que esto es exactamente lo que sucede. Por lo tanto, antes de que neguemos o desmintamos el hecho de que se trata de efectos leves - aunque no se acaba el mundo, no hablamos de ninguna tragedia- no deberíamos negarlo al decir: “bueno, no importa.”.

Eduard Punset:

Parece que si es cierto lo que estamos sugiriendo, estamos en una especie de prehistoria de lo que el Estado podría o debería hacer para cambiar todo esto. Ahora tenemos a las jóvenes generaciones que dicen que Europa se ha equivocado porque no han dado suficientes ayudas para que una mujer joven y con un hijo pueda estudiar. ¿Qué nos deparará el futuro?

Jay Belsk:

Lo que me gustaría que ocurriera en el futuro es que los gobiernos dejaran elegir a nuestras familias.

Eduard Punset:

Elegir.

Jay Belsk:

Me siento consternado cuando veo que los gobiernos deciden subvencionar a las familias que dejan a sus hijos con cuidadores y hacen pagar más impuestos a las familias que deciden trabajar media jornada. A mí, esto no me parece igualitario, no me parece justo. ¿Por qué no darles recursos a las familias y decirles: qué queréis hacer con estas ayudas familiares o subsidios por hijo? ¿Queréis pagar las cargas sociales y que alguien esté en casa ocupándose de vuestro hijo? ¿O preferís salir y comprar algo en el mercado que se llama cuidador? Y al mismo tiempo, deberían asegurarse -de la misma forma que otorgan licencias a los restaurantes para garantizar que no sirven comida contaminada-, deberían asegurarse de que las guarderías no contaminan a nuestros hijos.

Sabemos ahora que la familia es más importante que cualquier cuidador. Pero parece cada vez más evidente que todos los niños no responden igual a estas experiencias. De hecho, tiene sentido desde un punto de vista biológico y evolutivo.

Eduard Punset:

Sí, y tenemos pruebas que creo que también mencionas en algún sitio: es el caso de los orfanatos rumanos que en una época fueron un lugar horrendo y cruel. Allí descubrimos que las carencias no afectaban por igual a todos los niños. Algunos se vieron afectados pero otros, te sorprendiste al descubrir que apenas había tenido ningún efecto para ellos.

Jay Belsk:

Es como si oyeran llover. Oímos hablar de ello constantemente. Llamamos a estas personas resilientes. Personas que sobreviven a las peores calamidades, que crecen en familias muy pobres, que han sido maltratadas por sus padres, que han crecido en viviendas horribles y, sin embargo, lo superan y les va bien. Mi hipótesis es que a estos niños las experiencias que han vivido no les influyen demasiado. Serían los mismos en un ambiente malo que en un ambiente bueno. Los demás, en cambio, si están en un ambiente malo se hunden, les va mal, pero si estuviesen en un entorno bueno, saldrían adelante y les iría bien.

Los bebés y los niños pequeñitos, los que llamamos niños difíciles con temperamentos difíciles, que sabemos que corren el riesgo de sucumbir cuando reciben cuidados deficientes, cuando sus padres no son sensibles, cuando sufren abusos, cuando están expuestos al divorcio de sus padres, se demuestra que son vulnerables. Son los que más sufren los efectos negativos. Pero parece que esos mismos niños, cuando las cosas van bien, cuando los cuidados son buenos, cuando los padres son sensibles, cuando el matrimonio es sólido, sacan un partido inmenso de todo ello. Son maleables, reaccionan de muchas formas distintas. Son organismos plásticos.

Eduard Punset:

Sí, actualmente los neurólogos hablan de la plasticidad del cerebro.

Jay Belsk:

Así es. Pero creo que hay diferencias individuales en cuanto a la plasticidad, creo que, en función de sus experiencias, algunos niños son más plásticos y maleables que otros. ¿Es algo innato a la genética? ¿O acaso es algo inducido y configurado por el ambiente? Hay pruebas que demuestran que ambas posibilidades pueden ser ciertas.

Yo creo que algunas de las variaciones de la plasticidad, algunas de las diferencias son genéticas. Pero también hay pruebas de que cuando las madres están muy estresadas durante el embarazo, los bebés acaban siendo más irritables, tienen un temperamento más complicado, y parece que se trata de un marcador de la sensibilidad al entorno, de la mayor plasticidad como he comentado. Si es un buen entorno, y quizás sea la excepción habida cuenta de lo que ocurrió antes del nacimiento, las cosas irán bien, pero si es un mal entorno, algo probable teniendo en cuenta lo que ocurrió antes, las cosas irán mal. Así que ambos casos son posibles: la plasticidad puede tener su origen en la naturaleza, en los genes, donde unos son más plásticos que otros. Pero también podemos tener un origen basado en el ambiente, en función de la programación manipulada y del estrés vivido durante el embarazo.
Eduard Punset:

Hemos descubierto cosas increíbles como que se comunican las distintas generaciones entre sí, de manera que las niñas que han vivido en una familia que ha sufrido un divorcio, pues son de mayores unas personas más dadas al divorcio y más inseguras, tienen una concepción del matrimonio distinta, hasta cierto punto, del resto. Lo que hemos descubierto, y esto todavía no se sabe en la calle de manera suficiente, lo que hemos descubierto es que, una gestión deficiente, privada de cariño y de inteligencia, de las emociones de un niño, en edades muy cortas, incide de manera muy directa en el comportamiento de este niño cuando es adulto, cuando es mayor.

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