El domingo, 14 de febrero, celebramos el día del amor y la amistad, pero ¿cuál es el amor que celebrarnos? ¿Qué es para nosotros el amor? Hago estas preguntas porque estoy convencido de que si bien hoy todo el mundo habla de amor, nos estamos volviendo incapaces de amar. Este es el tema que desarrollo en mi último libro "Educar es enseñar a amar" (S. Pablo, 2009).
Por ello, aquí sólo abordaré algunas cuestiones esenciales.
Con frecuencia, el supuesto amor no pasa de ser un mero gustar, un "caer bien", una simple atracción, un sentimiento, un deseo de posesión. Por confundir al amor con una emoción o un simple sentimiento, muchas personas se enamoran y desenamoran con una gran facilidad, pues los sentimientos suben y bajan, aparecen y desaparecen, son volubles, inconstantes.
Pero si el amor no es nada de esto, ¿qué es entonces el amor? Intentaremos responder esta pregunta valiéndonos de la definición de Aristóteles en su Retórica: Amar es querer el bien para el otro en cuanto otro.
El amor es, en primer lugar, un acto de la voluntad. Implica decisión, elección, mucho coraje y capacidad de entrega y sacrificio para mantenerse firme en esa decisión. Es un ejercicio supremo de la libertad. Un amor sin voluntad es un amor inmaduro, frivolo, superficial, trivial, un mero sentimiento que va y viene según soplen los vientos. Es el seudo amor de la vida light, sin hondura, sin exigencia, sin compromiso, que va mariposeando de cuerpo en cuerpo sin adentrarse en el alma de las personas.
El amor, como todo lo que está vivo, o crece o muere. El amor vence a la muerte, pero la rutina y el descuido vencen al amor. De ahí la necesidad de alimentarlo todos los días con detalles, con gestos, con sonrisas, con atenciones, con palabras..., apartando todo lo que pueda debilitarlo o dañarlo.
El fracaso de muchos matrimonio se debe a que no siguen alimentando al amor, no siguen enamorando cada día al ser querido, por eso lo dejan morir de inanición.
Amar a una persona significa preocuparse y ocuparse por su bienestar, por su realización, por su felicidad. Quien ama quiere lo mejor para la persona que ama. ¿Cómo puede decirte alguien "te amo" y después maltratarte, engañarte, abusar de ti, humillarte y faltarte al respeto? Pero amar no es alcahuetear, consentir, sobreproteger, sino ayudar a la persona a crecer, a superarse, a ser mejor, más libre, con más capacidad de amar.
El amor no es ni permisivo ni autoritario. La permisividad lleva al capricho, y el autoritarismo a la timidez o la agresividad. Por eso, el amor abraza, pero no retiene. No genera dependencia, sino que da alas a la libertad.
Amar es perseguir el bien del otro no por mí, sino por él. No es un amor interesado para obtener beneficios o ventajas. No es un "te quiero" porque así obtengo un car-guito para mí o para mis hijos, o porque me otorgas seguridad, bienestar, prestigio, placer.
El amor significa la afirmación, no la posesión o utilización del ser amado. El amor confiere a la persona amada la libertad de ser ella misma. No manipula, no se aprovecha, sino que está pendiente de buscar el bien del otro, aunque ello suponga esfuerzos y acarree sufrimientos. Si el amor afirma la existencia de la persona amada, busca también su crecimiento y perfección. Por eso alienta y colabora para que viva mejor y sobre todo sea mejor, como camino para que llegue a ser él o ella, para que alcance su plenitud y su felicidad.
Quien ama de verdad no sólo ayuda a ser mejor al otro, sino que se esfuerza cada día por ser más bueno para así poder ser un mejor regalo para la persona que ama. Más que regalar cosas, se regala él, regala lo mejor de sí mismo: su tiempo, su atención, su sonrisa, su escucha, su vida. Lo mejor que pueden hacer los novios por sus novias, los esposos por sus esposas, los padres por sus hijos, los amigos por sus amigos, los profesores por sus alumnos, es intentar cada día ser.
Por eso, el amor abraza, pero no retiene. No genera dependencia, sino que da alas a la líbertad.
Antonio Pérez Esclarín / Profesor
No hay comentarios:
Publicar un comentario