El don de tus pies


“¿Para qué llamar caminos/ a los surcos del azar?.../ Todo el que camina anda, / Tomo Jesús, sobre el mar” (Antonio Machado).


Camina, camina. No te canses de caminar. La verdad está en tu vida y en la vida de los otros. Camina, no ceses de andar por las veredas de este mundo, tan anchas como tú las quieras imaginar.

Es precioso que tus pasos, cada día, eleven tu mirada al cielo.

Mientras tu cuerpo camina erguido sobre tus dos piernas, dale gracias
A tus pies que te permiten andar y entrar a museos, adentrarte en la mar, pasear por el alfombrado prado de flores, por la altura de la montaña o por la ribera de la playa.

Detente un momento. Escribe sobre la arena: Gracias, pies amados.

Quiero que tomes conciencia de tu cuerpo en este día.

El vale más que el barco que va por alta mar. Es la perfección de las perfecciones. Dios lo hizo al final como un dechado de su obra creadora.

Tantos miles de pasos andados por diversos lugares, por naciones distintas a la tuya, camino de tu fábrica, a tu colegio o facultad universitaria, a tu casa diariamente.

Y, sin embargo, no has caído en la cuenta de su valor hasta que te has roto una pierna o, si eres mayor, la artrosis ha impedido que andes a a gusto.

El barco velero anda suave por la superficie del mar. El viento lo mueve tranquilo. Los peces lo ven al pasar. No piensa en nada.

Tú, amigo/a, piensa en el don de tus pies.
Autor Desconocido

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