Pura vida

"UN HOMBRE ENTRÓ a un cementerio y pasó por un pabellón que le despertó mucha curiosidad, pues las lápidas tenían descripcio­nes juera de lo común. Una de ellas decía: 'Aquí yace Alberto Pérez que vivió ocho meses y cuatro días'. Otra: 'Juan, quien vivió siete me­ses y veinte días'. Unos pasos más allá, otra placa rezaba: 'Martha, quien vivió tres meses y doce días".

La cantidad de inscripciones de esa clase le hi­zo suponer que estaba en un cementerio de ni­ños. Y en ese momento vio venir a uno de los encargados del lugar y le preguntó:
-¿Por qué anotan el tiempo que estos niños vivieron? ¿Por qué tantos niños muertos? ¿Acaso fue una epidemia?
El cuidador respondió:
-En este pueblo acostumbramos entregarle una libreta a cada joven en la adolescencia. En sus páginas deben anotar los momentos mas importantes de su vida y al frente el tiempo que duró ese disfrute. Desde entonces el chico registra los momentos que gozó intensamente y su respectiva duración.
Casi todos describen, por ejemplo: la emoción de su graduación, los minutos que duró y lo que sintieron, la voz amable de los cumplidos recibidos, y el tiempo que duraron los sentimientos a ellos asociados. Así también las navidades, el primer beso, los cumpleaños, el día de su matrimonio, el naci­miento de su primer hijo, el viaje deseado, el encuentro repentino con un ser querido...
Y este, al final es el tiempo vivido, el tiempo que verdaderamente cuenta. Porque existimos pa­ra ser felices, para disfrutar de lo que nos ro­dea, para satisfacernos de ayudar a otros, para llenarnos de gozo por la labor cumplida, para crecer y estar en paz. Lo demás, amigo mío, no es vida".

Me encanta este cuento porque su refle­xión nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo hemos vivido? ¿Cuántos momentos felices, de satis­facción y tranquilidad hemos experimentado y compartido? Y no para juzgarnos y eva­luarnos de forma crítica e implacable, sino para hacernos otra pregunta: ¿Cómo vamos a vivir el resto de nuestra vida, de la misma manera?
Pocas veces nos detenemos para pensar en la vida que llevarnos. Nos levanta­mos e iniciamos una carrera llena de activi­dad frenética que, a lo largo del día, nos lleva a cumplir con el deber, la obligación y la res­ponsabilidad, muchas veces sin que sepamos si nos sentimos a gusto con todo ello.
Poco a poco, y sin darnos cuenta, nos vamos acostumbrando a ese estilo de vida serio y cargado donde la sonrisa, la esperanza, el buen humor, la espontaneidad, la gentileza, la camaradería, el dis­frute, la contemplación, la capaci­dad de asombro y la observación van desapareciendo lentamente de nuestros días. Y, en la medida en que nos acostumbramos a esto, nuestra vida queda reducida a la mínima expresión. Perdemos el placer del contacto con los demás, la capacidad de compartir y disfrutar del ca­riño hacia nuestros seres queridos; ya no te­nemos la motivación para soñar y levantar­nos con la convicción de que podremos al­canzar nuestras metas personales, ya no nos detenemos a contemplar y llenarnos con la belleza de una flor, una puesta de sol o un cielo estrellado...

Nos acostumbramos a ahorrarle calidad a nuestros días, poco a poco se nos va gastando la vida y, al dejarnos envolver por la costum­bre, nos perdemos la oportunidad de vivir con pasión.

¡Venzamos la costumbre, despertemos de ese letargo a donde nos llevaron la rutina, el estrés y el exceso de obligaciones!

Herramientas

Administra bien tu tiempo. Cumple con tus horas de trabajo, pero planifica en el resto de tu tiempo actividades para despejar tu mente, relajar tu cuerpo, y para compartir y disfrutar.

Manten una actitud positiva.
Llena tu mente de pensamientos positivos, aprende a ver oportuni­dades y posibilidades, sonríe y es­pera siempre lo mejor.
Disfrutas las cosas pequeñas de la vida. Decide reconocer y resal­tar el valor de las cosas positivas que le dan calidad a tus días.
Reserva un espacio para ti. Sin sentirte culpable planifica alguna actividad o practica un hobby que te llene, que te divierta o te enri­quezca esencialmente.
Busca la trascendencia. ¡Tu vida está ocu­rriendo ahora, vívela a plenitud!
Fuente: maytte@maytte.com

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