Es momento de evaluar y reparar. ¿Por qué no nos detenemos a pensar cómo mejorar en los pequeños detalles de la vida cotidiana para hacerla más amable tanto a la gente que nos rodea como a nosotros mismos?
- Saludar y sonreír a las personas con las que nos encontramos en el ascensor o la escalera.
- No arrojar al suelo papeles, envolturas, colillas, chicles.
- No hablar por celular en el cine, conciertos, conferencias y teatros.
- Dar las gracias a quien nos atiende en el supermercado, en la oficina pública, en el centro de salud, en los restaurantes, etc.
- Decir ‘por favor’ siempre que solicitemos un servicio.
- No gritar, ni hablar a voces.
- Hacer bien nuestro trabajo, con honestidad y dedicación.
- No dejar en la calle los excrementos de nuestro perro.
- Evitar ruidos innecesarios o molestos.
- No estacionarse en doble fila.
- Cumplir nuestro horario de trabajo con exactitud.
- Poner interés en resolver los problemas que nos planteen las personas a quienes debamos atender.
- Respetar las reglas del tráfico.
- No insultar a otros conductores.
- Ceder el asiento o la acera a las personas mayores.
- Respetar los árboles y los jardines y enseñar a nuestros niños a hacerlo.
- Evitar comentarios desfavorables sobre los demás.
- Utilizar el mobiliario urbano con tanto cuidado o más que el de nuestra casa
- Reclamar nuestros derechos con firmeza, pero con buenos modos.
- Agradecer a quien nos sirven por su dedicación.
- Alabar sinceramente las realizaciones de los que nos rodean.
Todas estas cosas y otras más son cosas fáciles de hacer, que no requieren de cualidades excepcionales, pero son el entrenamiento necesario para que sean posibles y creíbles otros gestos y compromisos de más envergadura.
Por Francisco Rodríguez (conoZe.com)
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