La inteligencia emocional: Una necesidad y una esperanza.

Inteligencia emocional es un nombre nuevo para una realidad antigua en la psicología. Este término aparece en la literatura psicológica recién en el año 1990, en un escrito de los psicólogos norteamericanos Peter Salovey y John Mayer. Sin embargo, fue recién con la publicación del libro La Inteligencia Emocional (1995) de Daniel Goleman que el concepto se difundió rápidamente e hizo fortuna. A este interesante libro pronto le siguió otro, del mismo Goleman, con el nombre de La inteligencia emocional en la empresa (1998).

Sin dejar de reconocer la importancia que tiene el cociente intelectual -C.I.- y la pericia para el logro de los objetivos de desarrollo en la empresa, Daniel Goleman, el principal estudioso y divulgador del concepto de inteligencia emocional, ha señalado que el éxito en la empresa obedecería nada menos que en un 80 por ciento a este importantísimo factor.

Ambos tipos de inteligencia, tanto la racional como la emocional, son importantes para el desarrollo del individuo y las colectividades. Y así es que ha sido reconocido incluso por la literatura desde tiempos lejanos. A título de ilustración reproduzco las palabras del profeta a la sacerdotisa, correspondiente a un extracto del libro El Profeta, de la pluma del escritor libanés Gibran Khalil Gibran (1883 - 1931).

Y la sacerdotisa habló nuevamente y dijo: Háblanos de la Razón y de la Pasión.

Y él respondió diciendo:

Vuestra alma es, con frecuencia, un campo de batalla donde vuestra razón y vuestro juicio combaten contra vuestras pasiones y vuestros apetitos.

Ojalá pudiera yo ser el pacificador de vuestras almas, y transformar la discordia y la rivalidad de vuestros elementos en unidad y armonía.

Pero, ¿cómo podría yo hacerlo a menos que vosotros mismos fuerais también pacificadores, y mejor aún, amantes de todos vuestros elementos? Vuestra razón y vuestra pasión son timón y velamen de vuestra alma navegante.

Si vuestras velas o vuestro timón se rompen, sólo podréis navegar a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar.

Porque la razón, si por sí sola reina, restringe todo impulso; y la pasión abandonada a sí misma, es un fuego que arde hasta su propia destrucción.

Por lo tanto, que vuestra alma eleve vuestra razón a la altura de vuestra pasión, y así esta última podrá cantar; y que dirija vuestra pasión para que ella pueda vivir una resurrección cotidiana y, como el ave fénix, renazca de sus cenizas.

Quisiera que trataseis a vuestro juicio y a vuestros apetitos como trataríais a dos huéspedes queridos en vuestra casa.

Ciertamente no honraríais más a un huésped que al otro; porque quien procura tratar a uno de los dos, pierde el amor y la confianza de ambos.

Entre las colinas, cuando os sentéis a la sombra fresca de los álamos blancos, compartiendo la paz y la serenidad de los campos y de los prados lejanos, entonces, que vuestro corazón diga en silencio: Dios reposa en la Razón.

Y cuando el bramido de la tempestad y el viento poderoso sacudan los bosques, y el trueno y el relámpago proclamen la majestad de los cielos, entonces, que vuestro corazón diga con temor y respeto: Dios actúa en la Pasión.

Y ya que sois un soplo en la esfera de Dios y una hoja en el bosque de Dios, también vosotros deberíais reposar en la razón y actuar en la pasión.

¿Por qué el tema de la inteligencia emocional ha capturado la atención de los medios científicos, académicos, empresariales, de comunicación y sociales en todo el mundo? Pueden haber varias razones que expliquen este fenómeno, pero me atrevería a señalar que la principal es la dramática comprobación a diario de los gravísimos problemas sociales y humanos que se viven en todo momento en el mundo. La inteligencia emocional en este escenario cotidiano de desencuentros, angustias y frustraciones no representaría sino una necesidad de reencontrarnos con nosotros mismos y los demás, además de una esperanza viva para la humanidad.
Ricardo Vargas Trepaud

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