Aprendiendo a ser padres (1)

Entrevista de Eduard Punset con Jay Belsky, psicólogo del Bircbeck College de la Universidad de Londres

A edades tempranas, la recompensa funciona mejor que el castigo
Jay Belsky

Eduard Punset:
Hace muy pocos años, nadie hablaba de a ver qué les pasaba a los niños o a los fetos, cuando estaban todavía en el vientre de su madre, para saber cómo se comportarían cuando fueran adultos. Nadie veía esta relación misteriosa entre la infancia y el comportamiento de los adultos. Jay, una de tus grandes contribuciones a este debate, a esta reflexión universal, tiene que ver con la necesidad de tener en cuenta no sólo a las madres sino a las madres y a los padres, y no sólo la relación con los niños sino la interrelación en las familias. De modo que, al fin y al cabo, lo que sugieres es que las cosas son más complicadas de lo que pensábamos, ¿verdad?

Jay Belsky:
Bueno, de hecho, sigue siendo la gran pregunta. Nadie se dio cuenta de que cuando se añadía un padre a una familia, de modo que ésta tenía una madre y un padre, se creaba otro tipo de relación obvia, la de padre-madre, como existía la de marido y mujer, pero se subestimó el impacto de esta relación en el desarrollo del niño, así como su impacto en la salud de los padres. Y lo que se creó al añadir al padre a la ecuación, fue un sistema familiar mucho más complejo.
 
Eduard Punset:
Entonces, es complicado saber por qué, cuando alguien es adulto, se comporta como se comporta... Toda la familia puede ser responsable de ello… En alguna investigación tuya, demuestras que cuando los padres están ausentes, las chicas tienden a empezar la pubertad antes.

Jay Belsky:
El hecho de que las relaciones durante la infancia podrían afectar el desarrollo físico y sexual, el momento de la pubertad en las chicas, ha sido un descubrimiento muy fascinante. Y esto nació de mi propia investigación sobre lo que ocurre con el desarrollo de un niño cuando lo vemos a través del prisma de la biología evolutiva, cuando planteamos la pregunta: ¿por qué el desarrollo se produce de esta manera?, y no simplemente: ¿cómo se produce?

Eduard Punset:
Sí, es fascinante.

Jay Belsy:
Parece que lo que sucede es que ha evolucionado algo que estaba codificado en nuestro propio cerebro. Las mujeres tienen un sentido que las lleva a preguntarse: “¿Va a ser precario el futuro? ¿Van a estar ahí los demás y voy a poder confiar? ¿Se puede confiar en los hombres? ¿Van a estar ahí cuando me haga mayor? Pero también como pareja y, todavía más importante, alguien que se vaya a implicar en el cuidado de mis hijos.” La respuesta que reciben a estas preguntas parece que procede de su propia niñez y de la ausencia o presencia del padre.

Eduard Punset:
Increíble.
 
Jay Belsky:
Y también de la calidad del padre. Y parece que, cuando el padre no está presente o cuando la calidad de la paternidad no es demasiado buena, lo que las chicas aprenden, tanto consciente como inconscientemente, es: “No puedo contar con él.” Y esto, biológicamente, las lleva a madurar antes. Y te preguntarás: “¿Por qué maduran antes?”. Porque, en cierto modo, les permite salir y ver, ir más allá antes que las demás, ser más promiscuas con sus parejas y tener más niños y ocuparse de ellos peor, cuidarlos peor. Y tú me dirás: “¿Y por qué querrían hacer esto?”. Y la razón es que si no puedes contar con los demás, sobre todo con los hombres, para tener tres, cuatro nietos en el futuro, quizás tengas que tener más hijos. En cambio, si puedes contar con un hombre en tu vida, si está ahí a tu lado, puedes retrasar la madurez, reunir los recursos físicos y psicológicos y después tener menos hijos, los cuales a su vez te darán pocos nietos porque la vida para ellos será menos precaria, menos arriesgada, más segura y más cierta.

Eduard Punset:
¿Pero te das cuenta de lo que sugieres? Es que es muy importante. Sugieres, y por favor corrígeme si me equivoco, que el divorcio se transmite entre generaciones.

Jay Belsky:
Bueno, hay muchas pruebas de que hasta cierto punto, no del todo, pero sí hasta cierto punto, el divorcio se transmite entre generaciones, y la pregunta fundamental es: ¿por qué ocurre esto? En parte, tiene que ver con las expectativas de que los matrimonios no aguantan.

Eduard Punset:
Pero, ¿por qué esta ambivalencia es mayor en las mujeres que en los hombres?

Jay Belsky:
Creo que una de las diferencias fundamentales entre hombres y mujeres, y es algo que perdemos de vista en el mundo moderno, es que el coste y el valor de cada niño es biológicamente mayor para una mujer que para un hombre, siendo iguales todas las demás condiciones. Los hombres tienen ilimitadas posibilidades de tener muchos hijos. Las mujeres, sin embargo, tienen un número mucho más limitado de posibilidades de tener muchos hijos, así que cada niño tiene un valor distinto; una psicología diferente que ha evolucionado de la mano de estas distintas ventanas de oportunidad en lo que respecta a tener hijos.

Jay Belsky:
No se sabe con precisión todavía, pero hay indicios de que hay un período sensible, que se produce durante estos tres, cinco o siete primeros años de vida; cuando esta niña codifica información fundamental sobre la disponibilidad de los hombres, la fiabilidad de los hombres, y recoge dicha información basándose en la presencia o no de su padre, en la calidad del tiempo y atención que le brinda...

Eduard Punset:
No se sabe con precisión todavía, pero hay indicios de que hay un período sensible, que se produce durante estos tres, cinco o siete primeros años de vida; cuando esta niña codifica información fundamental sobre la disponibilidad de los hombres, la fiabilidad de los hombres, y recoge dicha información basándose en la presencia o no de su padre, en la calidad del tiempo y atención que le brinda...

Jay Belsky:
Fue una investigación llevada a cabo por el Birkbeck College, donde trabajo, en Londres, y sí, lo que hicieron fue reunir a mucha gente mayor, algunos de los cuales fueron enviados al campo en los primeros años de su vida durante la segunda guerra mundial. Otros tenían más edad cuando se les trasladó y algunos nunca fueron trasladados. Y parece que los efectos negativos sobre los niveles de ansiedad y estrés eran mayores para las mujeres que habían sido trasladadas siendo más jóvenes... Sí…
 
Eduard Punset:
Con lo que hemos dicho hasta ahora, yo creo que hay datos suficientes para constatar una cosa importantísima, que no sabíamos antes, ¿no? Y es que tenemos que cuidar muchísimo más de lo que lo estamos haciendo, el aprendizaje social y emocional de los niños, y no sólo el aprendizaje cognitivo o de orden académico He oído, por ejemplo, o lo he leído en algún sitio, que cuando los niños son muy pequeños, es mejor felicitarlos que corregirlos. Y cuando ya están en la pubertad, es mejor decirles claramente: “No, te has equivocado”, en lugar de felicitarles. ¿Cuál es la situación? ¿Qué debería hacer con mis nietas?

Jay Belsky:
Podría decirse que es como si tuviéramos una zanahoria para conseguir lo que queremos, un premio. La idea es que al premiar, animar, apoyar, alabar, parece que se consiguen mejores resultados si esperamos que los niños se porten bien: que se coman los guisantes, que colaboren, que arreglen su cuarto, que esperen su turno, que escuchen atentamente… mejor que si nos enfadamos con ellos, los castigamos, los amonestamos. Pero esto no significa que los castigos adecuados no sean útiles. Es cuando se convierte en una excepción en nuestra estrategia con el niño cuando es útil, sobre todo cuando se acompaña de palabras como: “ah, muy bien, hiciste esto”, “ah, muchas gracias”, “ten esto”. Pero al mismo tiempo, es importante no recompensarlos todo el rato y por todo porque entonces devaluamos la moneda.

Eduard Punset:
Pero para complicar las cosas, en general hay dos personas, quiero decir, el marido y la mujer, y dices algo que es difícil de entender, dices que no debemos ser necesariamente un frente unido, en otras palabras, que deberíamos buscar formas de complementarnos, diferenciarnos pero esto no significa necesariamente que tengamos que decir lo que el marido o la mujer ha dicho antes.

Jay Belsky: De lo que hablamos aquí es de la paternidad compartida. Y se puede pensar en la paternidad compartida como en algo bueno, cooperativo y positivo o como en algo malo, negativo y no cooperativo. Si tu mujer le dice al niño: “Vamos arriba que te toca el baño.” Tú, como marido, puedes decir: “Venga, Tomy, ve arriba con tu madre a bañarte”, y está bien pero es una simple reiteración o repetición.

Eduard Punset:
Una reiteración, sí.

Jay Belsky:
Es mucho más eficaz y mucho más satisfactorio para tu pareja e incluso para tu hijo decir algo que complementa y añade algo a lo dicho: “Venga, ve arriba con tu madre a bañarte y después te leeré un cuento.” De esta forma, aumenta la motivación y el deseo del niño. No digo que simplemente reiterar lo que tu mujer o pareja acaba de decir no sea bueno sino que no es tan hábil como complementarlo, añadir algo, contribuir con un poquito más. Lo que realmente no hay que hacer es contradecirlo.

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