La mariposa


Era a principios de la primavera. El sol brillaba y sus rayos deliciosos iluminaban un pequeño jardín situado al abrigo de unas casas, impregnándolo de su calor.

Y ese calor hizo salir a una mariposa mucho antes que todas las demás mariposas. Volando recorrió el jardín bañado de luz y visitó todas las flores que se izaban hacia el sol cuan largas eran.

“¡Qué colores!” –dijo la mariposa– “¡qué aroma y qué divina luz!”.

Y continuó su vuelo para compartir su alegría con todos los que encontraba.

Entre las hojas ya marchitas del otoño serpenteaban las lombrices y sus chirridos indicaban que se estaban dando un festín.

“¿No es maravillosa la naturaleza de Dios” –les dijo la mariposa– “levantad la vista hacia la Luz, pensad en los hermosos colores y en la embriagadora fragancia de las flores ”.

Pero las lombrices no levantaron ni la cabeza ni la cola hacia el cielo, pues todas sabían muy bien que nada era tan bonito y hermoso como esas hojas medio podridas que casi no hacía falta masticar.

Y la mariposa retomó el vuelo, ansiosa como estaba de dar a conocer esa maravilla luminosa que emanaba de arriba y que la llenaba de gozo. Y a continuación se posó en un narciso amarillo que, erguido, relucía en todo su esplendor.

En la tierra unos escarabajos negros se desplazaban en procesión, tal como solían hacerlo y por qué cambiar esa costumbre si era lo que conocían de siempre.

Y cada vez que avanzaban un poquito, se paraban y repetían al unísono: “Mirad hacia la tierra”.

“¡No!” –gritó la mariposa– “mirad hacia la Luz que proviene de Dios”

“No prestéis oídos a la voz que os tienta” –dijo el primer escarabajo amonestando a los demás.

“Nuestros antecesores nos enseñaron que no hay que apartar los ojos de la tierra. Un escarabajo que alza la vista corre el peligro de darse la vuelta, y un escarabajo boca arriba está totalmente desvalido e incapacitado para clavar los ojos en la tierra. Es un saber transmitido por nuestros antepasados de generación en generación desde el origen de nuestra existencia, siempre ha sido así”.
E infatigables continuaron su procesión, y la mariposa eligió otra flor donde reposar del vuelo.

“Mirad” –dijo la mariposa a las hormigas, que casi revoloteaban en la tierra de la prisa que tenían– “mirad los hermosos colores que las flores tienen cuando la luz los ilumina”.
“No tenemos tiempo” –dijeron las hormigas– “trabajamos a destajo, cada minuto es precioso y el tiempo es dinero. Si seguimos trabajando, nuestro hormiguero quizá pueda llegar a ser más grande y más vistoso que el del vecino y eso será digno de ver”.

Y la mariposa se alejó volando hasta la cima de un manzano que desplegaba su belleza floral. La mariposa miró a su alrededor y vio una oruga medidora grande y verde, que se deslizaba arqueándose por el extremo de una ramita.

“1980... 1981... 1982”

“Perdón” –dijo la mariposa cortésmente a la oruga medidora. “¿No es maravilloso estar aquí arriba y contemplar tan de cerca el azul cielo de Dios?”

La oruga medidora giró la cabeza y con sus grandes ojos negros lanzó una mirada crítica a la mariposa.

“Empecé a medir desde el comienzo del tronco” –diro irritada– “todo ha de efectuarse de manera científica: las cosas que no se pueden medir, no existen en absoluto. Cuando termine, podré notificar a todas las orugas medidoras del mundo cuál es la distancia desde la superficie de la tierra hasta el extremo de esta ramita, y nadie podrá refutarlo”.

Entonces oyó la mariposa la voz de Dios que le hablaba. Contenta echó a volar y divulgó el maravilloso mensaje que había oído.

“Escuchadme” –dijo– “os traigo un mensaje de alegría de un mundo que no podéis ver. Aquellas que cayeron en lo más profundo convirtiéndose en mariposas de las Tinieblas, y que sin vosotros saberlo controlaban y subyugaban vuestros pensamientos, todas se han arrepentido; y Dios, nuestro Padre, ha acogido con júbilo a todas en su seno. A partir de ahora la Luz se irá propagando y nadie podrá detenerla”.

Mas no comprendieron el mensaje de la mariposa, y no sintieron ningún regocijo.

Pero conforme transcurrían los días, la Luz adquiría más y más fuerza.

Y observaron, empezaron a ocurrir cosas que nadie creía posibles.

“Raro” –dijo alguien. “Extraño” –dijeron otros.

Y nuevas ideas comenzaron a brotar, y los pensamientos de las Tinieblas tuvieron que retroceder.

Y fueron cada vez más los que empezaron a alzar los ojos hacia la Luz.

Fuente: Jan Erhardt Jensen/La Mariposa

1 comentario:

Anónimo dijo...

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