La capa de ozono se desvanece

A propósito de celebrarse en esta fecha el Día de la Capa de ozono, aquí dejo algunas consideraciones:
 

El ozono juega un doble papel en la ecología y la sa­lud humana: en las partes altas de la atmósfera sirve como escudo protector a todos los seres vivos contra el daño causado por el exceso de radiación ultravio­leta; sin embargo, a nivel de la superficie de la Tierra es un peligroso contaminante el cual puede causar la muerte a los mismos seres a los cuales protege cuan­do se encuentra en la estratosfera. Analizaremos la naturaleza de este gas, las condicio­nes en que se encuentra, produce y destruye en dife­rentes niveles de la atmósfera, los efectos de estos mecanismos en cada caso y lo que el hombre está haciendo para controlarlos.

1. El OZONO

Si bien el ozono, 03, está constituido únicamente por átomos de oxígeno, es muy diferente al típico oxíge­no atmosférico, 02. En su estado químicamente pu­ro, el ozono es un gas azul, explosivo y venenoso. Muy pocas personas lo han visto, pero muchos sí lo hemos olido: el olor penetrante que se produce cuando hay un corto circuito o el del aire después de una tormenta eléctrica, es el olor del ozono. De hecho, la palabra ozono proviene del griego ozein que significa oler.

Aunque ya en 1785 el químico holandés M. Van Marum observó que el oxígeno sometido a descar­gas eléctricas poseía un olor peculiar e irritante y que tenía la propiedad de empañar el mercurio, es al científico alemán Christian Friedrich Schónbein (1799 - 1868) a quien se le atribuye el descubrimien­to del ozono al afirmar, en 1840, que el olor pene­trante antes descrito obedecía a la formación de una sustancia distinta derivada del oxígeno a la que él mismo llamó ozono.

El ozono es una molécula altamente reactiva con un átomo extra de oxígeno listo para combinarse con casi cualquier otro átomo o molécula teniendo, pues, un alto poder oxidante. Esto le da ciertas propiedades como desinfectante a la vez que afecta a los políme­ros, es decir, el tipo de moléculas de las cuales están hechos los materiales flexibles como el caucho (al cual le quita elasticidad), nylon (al cual le quita su for­taleza) y los seres vivos (a los cuales mata). De hecho, se piensa que, además de la precipitación aci­da, el ozono' también tiene su cuota de responsabilidad por el daño causado a los bosques y muchas plantaciones.

Estas mismas facultades oxidantes son utilizadas en la industria para blanquear o decolorar aceites, ce­ras, harinas y marfil ya que oxida las trazas de mate­rias extrañas en estos productos. También se ha utili­zado en la esterilización de agua potable, aunque resulta más caro que el cloro. También se ha usado para eliminar las bacterias de materiales tales como té, tabaco, cuero y madera.
La concentración usual del ozono en la troposfe­ra es de aproximadamente 0,02 ppm y en la estratos­fera es de 0,1 ppm. El 90% del ozono terrestre se en­cuentra en esta última capa.


2. El OZONO ESTRATOSFÉRICO

2.1. Generación
La explicación de cómo se forma el ozono en la alta atmósfera la dio por primera vez el científico britá­nico Sydney Chapman en 1930. El ozono que se pro­duce de manera natural en la estratosfera es debido a la acción de la radiación solar sobre el oxígeno. Si bien el 99% de la radiación que emite el sol es en for­ma de luz visible y calor, una parte se hace en forma de energía la cual es transportada por unas partículas llamadas fotones. La radiación ultravioleta (UV) con­lleva fotones los cuales tienen un alto nivel de energía que excitan (cargan eléctricamente) ciertos átomos y moléculas pero sin necesariamente romperlos. Este proceso se llama fotólisis.

Al aproximarse a la Tierra, los fotones chocan con las moléculas o átomos que encuentran a su pa­so como, por ejemplo, el oxígeno (02), ocurriendo la siguiente reacción:

O, + fotón (UV) -»0 + 0

Una vez que el oxígeno atómico se ha liberado, se recombina con las moléculas de oxígeno, produ­ciendo la siguiente reacción:

O + O2 -> 03

Esta última reacción ocurre en presencia de al­gún otro átomo o molécula como nitrógeno, 02 o ar­gón, la cual absorbe el exceso de energía resultante de la primera reacción.

2.2. Eliminación natural

a) Acción de los rayos ultravioleta: Los mismos rayos ultravioleta que ayudan a crear el ozono estra­tosférico forman parte de uno de los procesos natura­les de su eliminación. El ozono puede ser fotolizado ya que absorbe todos los fotones en longitudes de onda entre 240 y 290 nm o nanómetros, es decir, millonési­mas de metros (llamados ultravioletas A o UVA) y la mayor parte de aquellos entre 290 y 320 nm (o UVB).

Durante este proceso ocurren dos reacciones:

1) En la estratosfera la radiación ultravioleta rom­pe la molécula de ozono produciéndose una molécu­la de oxígeno y un átomo de oxígeno así:

03 + UV -» 02 + O

2) El oxígeno molecular y atómico se recomblnan produciéndose radiación infrarroja así:


02 + 0 -» 03 + IR

Así, si sumamos los pasos 1 y 2, tenemos:

03 + UV + 02 + O -► 02 + O + 03 + IR

siendo el resultado final:

UV-HR

De esta manera, el ozono estratosférico provee una vía química para convertir parte de la radiación ultravioleta en radiación infrarroja. El ozono mismo es regenerado, por lo que no es consumido en el proce­so. Así podemos decir que el ozono funciona como un catalizador en la conversión de UV a IR ya que, por definición, los catalizadores son sustancias que in­fluencian la forma en que se producen reacciones químicas, no siendo consumidas en el proceso de transformación.

La radiación infrarroja tiene menos energía, se percibe como calor y no tiene la habilidad de la ultra­violeta de causar cambios químicos (que es lo que, en definitiva, daña a los materiales y los seres vivos). Así, el ozono puede absorber radiación ultravioleta y entonces emitir radiación infrarroja. Este cambio no viola la ley de la conservación de la energía ni son ta­les transformaciones inusuales, por lo que podemos decir que la capa de ozono estratosférica reduce el nivel de energía (no la cantidad total de energía) de la radiación solar que llega a la superficie de la Tierra.

b) Óxidos de hidrógeno: Los óxidos de hidróge­no (HOx) incluyen el hidrógeno atómico (H), el radical hidroxilo (OH) y el radical perhidróxilo (HOx), todos ellos derivados del vapor de agua (H20), metano (CH4) y del hidrógeno molecular (H2), los cuales se encuentran de manera natural en la estratosfera. A es­tos óxidos se les conoce colectivamente como "hidró­genos impares" ya que usualmente el hidrógeno que se encuentra formando parte de compuestos natura­les suele presentarse con un número impar de áto­mos. Si bien su volumen es bajo, pueden afectar fuer­temente la capa de ozono, especialmente a unos 40 Km de altura. Se cree que los óxidos de hidrógeno son responsables en un 11% de la destrucción natu­ral de la capa de ozono en la estratosfera. Estos óxi­dos pierden sus habilidades catalíticas cuando se transforman en vapor de agua.

El caso mejor estudiado es el del radical hidroxi­lo. Un radical es una molécula que se caracteriza por tener un número desigual de electrones y protones, lo que hace que tengan una carga o bien negativa (mas electrones que protones) o positiva (viceversa). En el caso del radical hidroxilo (OH), éste posee 10 electrones y 9 protones, por lo que tiene una carga negativa, y esa carga negativa lo hace muy reactivo.

El hidroxilo se forma a partir de vapor de agua en la atmósfera cuando el mismo es alcanzado por un oxígeno atómico cargado eléctricamente como resultado del choque de un fotón con un 02. La re­acción es así:

O + H20 -» OH + OH

Ello significa que parte del oxígeno fotolizado que se uniría con 02 para formar ozono, es absorbido por el vapor de agua, lo cual disminuye la formación del ozono.

Además, al formarse OH, el mismo se combina con el 03 así:

OH + 03-> H02 (peróxido de hidrógeno) + 02

lo que disminuye aún más la concentración de ozono estratosférico.

Dado que el H02 es también un radical, el mismo se une con el 03 así:

H02 +03 -» OH + 2 02

es decir, produciendo más OH que, a su vez, destrui­ría aún mas moléculas de ozono.

c) Óxidos de nitrógeno: Los óxidos de nitrógeno (NOx) son destructores muy eficientes de la capa de ozono. De ellos, el óxido nítrico (NO) es responsable de entre 50 y 70% de la eliminación natural del ozono estratosférico. Estos óxidos se generan de forma na­tural en la Tierra a partir de la acción de bacterias llamadas denitrificantes sobre la materia orgánica. Al llegar estos óxidos a la estratosfera, éste se oxida por acción de la radiación ultravioleta convirtiéndose en NO que al combinarse en las capas más bajas con la humedad atmosférica, se transforma en ácido nítrico generando precipitación acida (ver pág. 106).

Por ejemplo, en el caso del óxido nítrico (el más abundante de los óxidos de nitrógeno que se generan como contaminantes), la reacción sería:

NO + 03 -» N02 + 02

reduciendo así la cantidad de ozono estratosférico.

d) Óxidos de cloro: Aunque como veremos más adelante, el cloro es un destructor de ozono, aún no se ha comprobado que compuestos de cloro emanados durante erupciones volcánicas o de otras fuentes naturales puedan estar afectando el ozono estratosfé­rico.
e) Tormentas Solares. Cada 11 años, el sol pasa por un período caracterizado por fuertes tormentas, lo que significa un aumento en las radiaciones que emana y que, por consiguiente, llegan a la Tierra. Al ocu­rrir esto, los fotones chocan contra los átomos de ni­trógeno y oxígeno y, al cargarlos eléctricamente, hace que se unan formando óxido de nitrógeno (NO) el cual, al encontrarse con el ozono, lo descompone (ver pág. 117).

Además de ello, el oxígeno atómico se puede unir con el ozono así:

O + 03 -» 02 + 02

Si bien este panorama algo complicado sugeriría que por causas naturales cada vez debería haber menos y menos ozono en la estratosfera, lo cierto es que todo este sistema de reacciones químicas ocu­rre de manera tal que podemos hablar de un proce­so continuo de formación y destrucción de ozono estratosférico el cual, en condiciones naturales, debe­ría mantenerse en equilibrio.



3. ELIMINACIÓN DE ORIGEN ANTROPICO

3.1. Aviones supersónicos
La primera advertencia acerca de la posibilidad de que los seres humanos destruyesen la capa de ozono vino en 1970, cuando Paul Crutzen de la Universidad de Estocolmo y Harold Johnston de Universidad de California en Berkeley, trabajando de forma Independiente, llegaron a la conclusión de que una flota de aviones supersónicos de pasajeros lo su­ficientemente grande (unos 500) viajando diariamente podría acabar con el ozono estratosférico en relativamente poco tiempo.

La hipótesis de estos investigadores se basaba en que este tipo de aviones que vuelan a unos 20 kiló­metros de altura, es decir, justo por debajo de la zona de mayor concentración de ozono estratosférico, ge­neran varios tipos de contaminantes, entre ellos el va­por de agua, óxidos de nitrógeno (ambos, como ya vimos, destruyen la capa de ozono), dióxido de carbo­no, monóxido de carbono e hidrocarburos. Si bien luego se comprobó que en este caso específico el vapor de agua era Inocuo para el ozono ya que se combinaba con los óxidos de nitrógeno para produ­cir ácido nítrico, se llegó a calcular que los NOx emi­tidos por una flota de 500 aviones de este tipo podría reducir el ozono estratosférico en un 16% en el he­misferio norte (donde el tráfico aéreo de estos avio­nes seria mayor) y un 8% en el hemisferio sur. Esta, al Igual que otras consideraciones tales como la conta­minación acústica y los costos operativos de estos aviones, detuvo el programa de construcción en los Estados Unidos y fue disminuido fuertemente en Europa hasta el punto que hoy se considera que la pequeña flota de "Concordes" que viaja por el mun­do (menos de 10) no representa un peligro para el ozono estratosférico.

3.2. Pruebas nucleares en la atmósfera
Otra causa antrópica de la destrucción de la ca­pa de ozono son las pruebas nucleares en la atmósfe­ra ya que las mismas generan una gran cantidad de óxidos de nitrógeno, los cuales llegan rápidamente a la estratosfera debido a las corrientes de aire creadas por la explosión. SI bien este tipo de pruebas ya no se realizan (Francia, que era el último país en llevarlas a cabo, desistió a finales de los 80), no queda duda que de producirse una conflagración nuclear, aún limita­da, la misma tendría consecuencias graves también para la capa de ozono. Se calcula que en un Inter­cambio que involucrase unos 50 megatones (relativamente pequeño para las armas de hoy en día), podría destruir un 20% del ozono estratosférico. Si habláse­mos de una conflagración nuclear a gran escala, entonces la cantidad de ozono estratosférico destruido estaría entre 50 y 70%.

3.3. El cloro de los cohetes
En 1973, dos investigadores de la Universidad de Michigan, Richard Stolarskl y Ralph Cicerone, mientras estudiaban los posibles efectos de las emi­siones químicas de los cohetes de la NASA, desarro­llaron la hipótesis de que el cloro que salía de esos cohetes podría destruir la capa de ozono y que un so­lo átomo de cloro eliminaría de forma continua dece­nas de miles de moléculas de ozono.


El cloro proviene del perclorato de amoníaco uti­lizado como oxidante en los combustibles sólidos. Una vez que reacciona con los otros compuestos del combustible, el mismo es expulsado en forma de áci­do clorhídrico y cloro. El ácido clorhídrico (CIH), es fá­cilmente fotolizado por la radiación ultravioleta de la siguiente manera:

CIH + UV-»CI + H

De acuerdo a Stolarski y Cicerone, lo que suce­dería a continuación en la estratosfera sería lo si­guiente:

CI + 03->CIO + 02

y luego:

CIO + O -» Cl + 02


SI sumamos ambas reacciones tenemos:
03 + O -♦ 02 + 02

Lo que es peor, el cloro de la antepenúltima reac­ción quedaría libre para seguir atacando más y más moléculas de ozono. Ellos llamaron este conjunto de reacciones el ciclo catalítico de la destrucción del ozono, ya que en definitiva el cloro actúa como cata­lizador destruyendo el ozono sin destruirse en el pro­ceso. Según estudios de laboratorio, el mismo átomo de cloro quedaría en libertad para participar en este ciclo entre 10.000 y 100.000 veces antes de combi­narse definitivamente con alguna otra cosa que no sea 03; en otras palabras, 1 átomo de cloro puede ser responsable por la destrucción de decenas de miles de moléculas dé ozono.

Aún no se sabe con precisión el efecto de los co­hetes de combustible sólido sobre el ozono estratos­férico. Los cohetes del transbordador espacial, por ejemplo, descargan mas de 162 toneladas de ácido clorhídrico y 24 toneladas de cloro puro a la atmósfe-" ra en cada lanzamiento. De ello, mas de un 35% de esas sustancias son descargadas en la estratosfera. Algunos cálculos sugieren que a la actual tasa de lan­zamientos, por medio de este mecanismo se aumentan los gases que destruyen la capa de ozono en un 0,6% al año.

3.4. Los CFCs
En 1882, el químico belga Frederic B. Swarts (1866 - 1940), descubrió que cuando se combinaban cloro (Cl), flúor (F) y carbono (C), se oroducían compuestos cuyas moléculas tenían la peculiaridad de que sus átomos se unían por enlaces químicos muy fuertes. De hecho este mismo científico preparó en 1907, el diclorodiflurometano, donde el flúor reempla­zaba al hidrógeno lo que permitía que este compues­to fuese inerte, es decir, que no reaccionase con nin­gún otro. No sólo eso, sino que estos compuestos a los que se les llamó cloroflurocarbonados o CFCs, no resultaban ser ni inflamables ni tóxicos.

Hasta la década de los años 20, la única forma conocida de enfriar aire era usando amoníaco y óxido de azufre como refrigerantes; sin embargo, estas sustancias son muy tóxicas; de hecho, muchos compra­dores potenciales de refrigerantes en esos años evita­ban adquirirlos porque ocurrían muertes ocasionales debido a escapes accidentales. Intentos de usar dió­xido de carbono y hasta aire como refrigerantes, tam­bién eran problemáticos ya que muchos de esos ga­ses resultaban tener malas características térmicas, toxicidad, inflamabilidad, alta capacidad corrosiva y/o inestabilidad química.

Fue por ello que en 1928, a los investigadores de Frigidaire, una compañía fabricante de refrigeradores subsidiaria de la General Motors, se les pidió que encontrasen un refrigerante no tóxico ni inflamable que pudiese ser utilizado como refrigerante. En apenas dos días, Thomas Midgley, jr. y A.C. Henne, que encabezaban este equipo de científicos, seleccionaron al CFC-12 (CCI2F2) como el refrigerante ideal y ya en 1930 se introdujeron los primeros refrigeradores como los conocemos hoy en día. De allí nació una aso­ciación entre la General Motors y la DuPont para co­mercializar la producción de CFCs.

A los CFCs, también se les conoce con el nombre de freones, el cual es el nombre comercial de la DuPont. Para 1990, esa empresa tenía fábricas de es­tas sustancias en Canadá, los Estados Unidos,
Holanda, Japón, México, Brasil y Argentina y los ven­día en 140 países.

Los dos CFCs más usados son el CCI2F2 (dicloro­diflurometano, también conocido como freón-12 ó CFC-12) y el CCI3F (tricloroflurometano, freón-11 ó CFC-11). El CFC-12 ha sido utilizado como refrigeran­te para neveras desde los años 30 y más tarde como refrigerante en aires acondicionados. El CFC-11 ha si­do usado como eyector de gases (propelente o spray) en aerosoles y como agente espumoso en la fabricación del poliuretano también por sus caracte­rísticas de no ser inflamable.

Los CFCs resultaron ser las sustancias químicas perfectas tanto en lo que se refiere a su producción industrial como para consumo humano: no sólo no son ni tóxicos, ni inflamables sino que además resul­tan ser extraordinariamente estables, no corrosivos y baratos de producir. Dado que los CFCs se vapori­zan a baja temperatura, son refrigerantes muy efi­cientes desde el punto de vista energético así como excelentes propelentes en pulverizantes o sprays. Asimismo, son excelentes aislantes, ello lo que los hi­zo un ingrediente muy popular en la fabricación de materiales plástico - espumosos. El plástico líquido se expande para formar una espuma por la introduc­ción de pequeñas burbujas de estos químicos. Al so­lidificarse, se forma un material aislante ligero que es con lo que fabrican los empaques de comida y vasos de café. También sus propiedades no reactivas y no tóxicas los hacen un solvente perfecto para ser usa­dos como limpiadores en microchips y equipos de telecomunicaciones y muchas otras aplicaciones ya que disuelven aceites y grasas, sin corroer los mate­riales.

Para 1960 se producían 150.000 TM de CFCs. Debido a la expansión en el uso de los mismos, la ci­fra ascendió a 800.000 en 1974. Dado que no reac­cionan con ningún compuesto, se calcula que el 90% de todos los CFCs que se han fabricado en la historia, aún permanecen en la atmósfera.

La pregunta ambiental es, por supuesto, ¿a dón­de van a parar estos gases? Los compresores de ai­res acondicionados y neveras acaban sus vidas como desechos; ellos se oxidan o destruyen y sus gases van a parar a la atmósfera. En el caso de los gases de los aerosoles no hay que esperar tanto: el gas es liberado en el aire tan pronto como es usado. ¿Qué es lo que ocurre entonces? Los CFCs no son solu­bles en el agua por lo que las lluvias no les afectan. Son químicamente inertes, y es por ello que no se queman ya que no reaccionan con otros componen­tes en las capas bajas de la atmósfera. Por ello se distribuyen en toda la atmósfera de la Tierra sin per­der su masa y cualidades hasta que llegan a la es­tratosfera, después de entre 40 y 150 años de haber sido liberados en el ambiente.


Ya en 1971 J.E. Lovelock (el mismo de la hipóte­sis Gaia) midió, por primera vez, altas concentracio­nes de CFC-11 en la atmósfera. En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland de la Universidad de California, en Irving, sugirieron que estos gases al ser alcanzados por la radiación ultravioleta, se rom­pían liberando átomos de cloro a la atmósfera ame­nazando la capa de ozono. La radiación UV tiene una energía lo suficientemente elevada como para descomponer las moléculas de cloroflurocarbón. Específicamente, la radiación UV rompe los enlaces C- Cl, liberando átomos de cloro así:

CFCI3 + fotón ->3 Cl + CF
y CF2CI2 + fotón -» 2 Cl + CF2 para el CFC-11 y CFC12, respectivamente. Los áto­mos de flúor no son liberados que la fuerza de sus enlaces con el carbono son tan altos que ni la radia­ción UV los puede romper. Los átomos de cloro reaccionan químicamente con el ozono, destruyéndolo y convirtiéndolo en oxígeno, tal y como vimos en el ca­so de los cohetes

¿Cuales son, pues, las dimensiones del proble­ma?
El cloro es virtualmente inexistente de manera natural en la estratosfera. Sin embargo, en los años 60 su concentración era algo menos de 100 partes por trillón (ppt); para 1975 ya se encontraba en una pro­porción de 200 ppt y para 1987 ya había alcanzado las 400 ppt. Se cree que una molécula de CFC-11 se mantiene en la atmósfera por unos 75 años, mientras que la CFC-12 lo hace por 110 años.

3.5. FertilizantesCon el incremento constante de la población, la necesidad de generar más y más comida ha impulsa­do a la humanidad a utilizar más y más fertilizantes. Con el uso de fertilizantes también se incrementa la cantidad de óxido nitroso en la atmósfera el cual al lle­gar a la estratosfera y por acción de la radiación ultravioleta se transforma en N20 el cual destruye las mo­léculas de ozono.

El bromo, uno de los componentes de los halóge­nos, se encuentra frecuentemente en los plaguicidas. Sin embargo, los efectos de estos compuestos aún no han sido cuantificados como para dilucidar con preci­sión su posible impacto sobre el ozono estratosférico.

3.6. Vehículos automotores
La contaminación por vehículos genera también óxidos de nitrógeno, con las consecuencias arriba in­dicadas.


4. Cronología de una crisis

La forma en que la humanidad ha respondido ante la posibilidad de que estuviéramos destruyendo la capa de ozono, es uno de los mejores ejemplos de cómo tanto la industria como los gobiernos, tuvieron que cambiar sus políticas ante una crisis ambiental.

Primero fueron las preocupaciones por los aviones supersónicos de pasajeros los que comen­zaron a crear consciencia acerca del problema. Tras el anuncio de los efectos de los CFCs (muchos de los cuales se encuentran en los atomizadores a gas o "sprays") sobre la capa de ozono, se produjo una fuerte reacción pública en contra de este tipo de productos.

Así, por temor a adquirir una mala imagen públi­ca, en 1975, Johnson Wax, el quinto productor mas grande de Estados Unidos de aerosoles, se convirtió en la primera compañía en anunciar que dejaría de usar CFCs en sus productos y en ese mismo año, el estado de Oregon fue el primero en prohibir el uso de CFCs en los aerosoles. En octubre de 1978 se prohi­be el uso de CFCs en los aerosoles en todos los Estados Unidos a partir de 1979. A raíz de estas me­didas, los Estados Unidos, que para entonces era res­ponsable de la generación de la mitad de todos los CFCs en la atmósfera, pasó a generar sólo un tercio de los mismos para finales de los 80.

En 1981, la NASA anuncia una pérdida del 1 % en la capa de ozono y en 1984, un grupo de investigado­res británicos detecta una pérdida del 40% de ozono sobre el continente antartico durante la primavera austral algo que es confirmado por fotos al año si­guiente lo que originó el que se acuñase el término "agujero de la capa de ozono" (ver recuadro). Esas fotos fueron tomadas por un espectómetro llamado total-ozone-mapping spectometer (TOMS) a bordo del satélite Nimbus 7.

Esas reacciones continúan hasta que el calenta­miento solar finalmente rompe los vórtices de los vien­tos solares, previamente dentro del cual, el proceso de destrucción del ozono tiene lugar.

En 1985 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente (conocido por su acronímico en inglés co­mo UNEP) anuncian que de 1975 a 1985, la cantidad de CFCs 11 y 12, se ha duplicado. Ese mismo repor­te predice que de continuar la acumulación de esos gases a la tasa de entonces, el 9% de la capa de ozo­no quedaría destruido para antes del año 2050, con pérdidas aún mayores en ciertas partes del mundo. Como veremos mas adelante, tal predicción resultó extremadamente conservadora. Además de eso, se confirmaba que otros CFCs, como el 113, 114 y 115 al igual que los halones 1211 y 1301 también destruían la capa de ozono.

A pesar de esto, algunas industrias como la DuPont (el principal fabricante de estos compuestos a nivel mundial) y algunos países en vías de desarrollo (que temían perder algunas de sus exportaciones y, con ello, puestos de trabajo) se oponían a medidas severas que limitasen la producción y uso de esos gases. Es por ello que la Convención de Viena de 1985 apenas de lo que se habla es de propiciar la in­vestigación y el intercambio de información al respec­to

En 1986 se anuncia que los CFCs también son gases responsables del efecto invernadero. En 1987 se detecta una pérdida del 4% de todo el ozono estratosférico. En marzo de 1988 se anuncia que entre 1969 y 1986 se ha perdido entre 1,7 y 3% (dependien­do de la latitud) de ozono estratosférico sobre el hemisferio norte, incluyendo partes de EE. UU., Canadá, Europa, la entonces Unión Soviética, China y Japón. La disminución entre 2,3 y 6,2% (dependiendo de la latitud) de ozono sobre el ártico, de manera que un nuevo "agujero" en la capa de ozono se había abierto, esta vez sobre el polo norte. Esta situación sería la que le daría impulso final al Protocolo de Montreal

En septiembre de 1990 científicos de la NOAA (la agencia norteamericana para investigaciones oceáni­cas y atmosféricas), reportaron que sobre el ártico se midió para los meses de enero y febrero de 1989, una pérdida promedio de 25% de ozono, lo que se tradu­cía en una pérdida del 6% de ozono a nivel mundial. Para el Antartico ya se habían registrado pérdidas de hasta un 90% de ozono.

El 15 de agosto de 1991 la entonces Unión Soviética lanzó a bordo de un cohete "Ciclón" un TOMS provisto por los norteamericanos para ayudar a monitorear los niveles de ozono en el polo sur. Este, era de urgencia ya que el satélite Nimbus7 que se usaba hasta ahora llevaba 13 años de servicio y se acercaba al fin de su vida útil. En septiembre y a bor­do de un transbordador espacial "Discovery" se lanzó otro satélite llamado "Misión al Planeta Tierra" para estudiar las concentraciones de ozono, medir vientos y partículas energéticas en la alta atmósfera.

Sin embargo las malas noticias continuaron: el 1 de octubre de 1991 se anuncia que el nivel de ozono antartico había llegado a su nivel más bajo: 110 uni­dades Dobson (el anterior record era de 120).

La concentración de ozono se mide en unidades Dobson. Lo normal son 350 dobsons. Una cantidad menor significa disminución en el ozono estratosférico.

A finales de 1991, investigadores del Instituto de Investigaciones Atmosféricas y Ambientales en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos y de un comité de las Naciones Unidas, anunciaron pérdidas de ozono estratosférico en latitudes medias entre 4 y 5% en la última década. Así en los últimos diez años la pérdida de ozono sobre Nueva York era del 3% mientras que sobre Buenos Aires o Sydney era del 5% y de acuerdo a las proyecciones realizadas por estos y otros científicos, se esperaban pérdidas simi­lares para el año 2000 aún aplicando de manera es­tricta el Protocolo de Montreal.

Lo que más ha impresionado a los científicos a lo largo de esta crisis ambiental es que sus prediccio­nes siempre se quedaban cortas.


5. Los efectos

5.1. Efectos biológicosAl disminuir el ozono estratosférico, la cantidad de UV que llega a la superficie de la Tierra es mucho mayor. Esta radiación afecta la piel humana de diver­sas maneras, tanto positiva como negativamente, Desde el punto de vista positivo, la radiación UV per­mite a la piel lograr su color moreno y ayuda a la con­versión del ergosterol (una hormona que se encuentra de manera natural en la piel) y que sintetiza la vitami­na D. La vitamina D permite al cuerpo fijar el calcio necesario para el desarrollo de los huesos; la falta del mismo causa raquitismo, particularmente en los ni­ños.

En el lado negativo están las quemaduras y el cáncer de piel (ya que la radiación UV al bombardear al ADN genera cáncer), la fotofobia, conjuntivitis, envejecimiento prematuro de la piel y debilitamiento del sistema inmunológico.

La cantidad de UV que cae sobre un lugar deter­minado se mide con un radiógrafo espectral.

Hay tres tipos de cáncer de piel que están íntima­mente relacionados con un exceso de radiación ultra­violeta: el carcinoma de células básales, el carcinoma de células escamosas y el melanoma. Todos ellos son el resultado de la exposición a UV- B, es decir, aquellas que no son totalmente absorbidas por el ozono.

Los carcinomas se presentan fundamentalmente en aquellas zonas del cuerpo que se han expuesto de manera prolongada al sol como, por ejemplo, la cara, el cuello, la calva, manos, hombros, brazos y espalda. Los bordes de la oreja y el labio inferior son especial­mente sensibles. Son considerados benignos y cura­bles si se tratan a tiempo. En ambos casos la tasa de curabilidad es del 95% (o mayor) y el tratamiento in­cluye quimioterapia (usando drogas tales como el flurouracil), cirugía, rayos X o cauterización. Estos tipos de cáncer raramente se esparcen a otras partes del cuerpo. Estos cánceres aumentarán en un 3% por cada 1 % de pérdida de la capa de ozono.

El tercer tipo de cáncer de piel, el melanoma, es aún mas peligroso, ya que se difunde rápidamente a otras partes del cuerpo por lo que es generalmente mortal. Se calcula que tres o mas quemaduras agu­das de sol antes de los 20 años de edad incrementan las posibilidades de contraer melanoma en cinco veces. Los melanomas son 75% mas frecuentes en los estados sureños de los Estados Unidos que en los ad­yacentes a Canadá, mientras que los carcinomas son 250% mas frecuentes en los estados meridionales.


Se cree que una disminución del 5% de la capa de ozono sería responsable sólo en los Estados Unidos, de 940.000 casos adicionales de carcinomas y 30.000 de melanomas en la piel. Se calcula que pa­ra el año 2025, habrán 1,4 millones de casos adicio­nales de cáncer de piel en todo el mundo. La gente con piel blanca es más sensible a adquirir este tipo de cáncer de piel debido a que los pigmentos dérmicos ayudan a filtrar las radiaciones UV.

Los seres vivos se han adaptado a los niveles ac­tuales de UV. Tales niveles, sin embargo, difieren de un lugar a otro del planeta. En el trópico, por ejemplo, tales intensidades son 7 veces superiores a las de las zonas templadas. Por lo tanto, personas que migran de altas a bajas latitudes incrementan sus posibilida­des de adquirir cáncer de piel; al contrario, las perso­nas que migran de latitudes bajas a las altas pueden comenzar a sufrir de deficiencias de vitamina D.

Otros efectos son, un aumento en el número de cataratas y daños al sistema inmunológico, con serias consecuencias epidemiológicas. Se cree que es precisamente el daño al sistema inmunológico el que dis­para el cáncer de piel, sarampión, varicela, herpes, enfermedades virales que producen erupciones cutáneas, paludismo y leishmaniasis, tuberculosis, lepra e infecciones fúngicas.

También se cree que produce un incremento en el cáncer de ojos entre el ganado y un aumento de casos de cataratas de 0,3 al 0,6% por cada 1% de pérdida de ozono estratosférico.

En 1991 se reportó que en Punta Arenas, la ciu­dad más austral de Chile con 130.000 habitantes, la cantidad de radiación UV había aumentado diez ve­ces en los últimos años a consecuencia del agota­miento de la capa de ozono. Se reportaron numero­sos casos de ceguera temporal entre los animales y quemaduras de piel y problemas de visión en los hu­manos.

Adicionalmente, se cree que una disminución en el ozono estratosférico conduciría a su vez a reduc­ción en las cosechas ya que el exceso de radiación ultravioleta inhibe la fotosíntesis lo que, a su vez, dis­minuye el contenido nutritivo y crecimiento de las plantas. Una disminución del 25% de la capa de ozo­no se traduciría en una reducción igual en la produc­ción de soya, y en la muerte de semillas de coniferas. Se ha demostrado que cerca de 200 especies de plantas, incluyendo garbanzos, guisantes, frijoles, re­pollo, melones y algodón son muy sensibles a la ra­diación UV.

En 1991, investigadores del Instituto de Biología Ecológica de Copenhague, Dinamarca, anunciaron que el 80% de las plantas de Thule, en Groenlandia, mostraban manchas negras y deformaciones aparen­temente debidas a un incremento de la radiación ul­travioleta sobre las mismas.

Un incremento de la radiación ultravioleta tam­bién se traduciría en efectos graves para los organis­mos marinos y la disminución en la biomasa del plancton. Una disminución del 16% en la capa de ozono significaría un descenso del 6 al 9% de ancho­as a nivel mundial y una reducción del 25% de la ca­pa de ozono significaría 10% menos de biomasa de fi­toplancton.

El exceso de radiación UV también produce da­ños a los materiales como productos de goma, plásti­cos usados en exteriores, pintura, maderas, papel y productos textiles y aumenta la contaminación del ai­re a nivel de la superficie terrestre, ya que un incre­mento en la radiación UV a nivel de la superficie de la Tierra, aumentaría también la formación de ozono a baja altura, el cual, como ya dijimos, es altamente per­judicial para la salud humana y para las cosechas.

5.2. Efectos climatológicos
Como quiera que el ozono una vez que recibe UV lo transforma en IR, se creía que una fuerte reducción del ozono estratosférico podía producir un enfriamiento de la Tierra; sin embargo, algunos cálculos recien­tes indican que haría falta la destrucción del 20% de ozono estratosférico para generar un descenso del 0,25°C. Por el contrario, los procesos que están lle­vando a la progresiva destrucción de la capa de ozo­no lo mas probable es que aumenten la temperatura del planeta ya que se ha comprobado que los gases CFCs absorben radiación infrarroja, lo que los convierte en gases generadores del efecto invernadero. De hecho, cada molécula de CFC 11 y 12 son 10.000 veces mas eficaces atrapando el calor que el C02 y hoy en día contribuyen entre 15 y 20% de los gases del efecto invernadero que se encuentran en la at­mósfera.

Aldemaro Romero Díaz/Ana Mayayo (Manual de Ciencias Ambientales)

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