La semilla de mango

Había una vez un señor que, sembró una semilla de mango en el patio de su casa. Todas las tardes regaba con cariño la, semilla v se ponía a repetir con verdadera devoción: “Que me salga durazno, que me salga durazno... “Y así llegó a convencerse de que pronto iba a tener una mata de duraznos en el patio de su casa”.


Una tarde, vio con emoción que la tierra se estaba cuarteando, v que una cabecita verde pujaba por salir en búsqueda de los rayos del sol. Al día siguiente, asistió emocionado al milagro de una vida que comenzaba a estremecerse en el patio de su casa.

"Me nació la mata de duraznos", dijo el hombre con satisfacción y orgullo, v hasta se puso a imaginar que, en unos años, la familia podría disfrutar de unas suculentas cosechas de duraznos, en las tardes, mientras cuidaba v atendía con cariño a su matlca, le hablaba como a un hijo y le decía: "Tienes que ser una verdadera mata de duraznos, bien distinta y diferente a esas matas de mangos populacheros que crecen silvestres y que, en épocas de cosechas, llenan los patios de las casas".

La mata fue creciendo y, un día, el hombre vio primero con duda, después con incredulidad y desconcierto, que lo que estaba creciendo en el patio de su casa no era una mata de duraznos, sino una mata de mango. Y el hombre dijo con despecho v con tristeza; "No entiendo cómo me pudo pasar esto a mí. Tanto que le dije que fuera durazno y me salió mango".

En educación recogeremos los frutos de acuerdo a las semillas que sembremos, más que a las palabras, discursos o sermones que les demos a los alumnos.
No recogeremos frutos de creatividad con semillas de rutina, copias, memorizaciones. De nada servirá que prediquemos y exijamos el respeto, si no lo sembramos en nuestras relaciones diarias, si no respetamos a los alumnos, a los bedeles, a los representantes.
No formaremos verdaderos ciudadanos democráticos con unas relaciones autocráticas. ¿Recogeremos realmente frutos de solidaridad con una práctica pedagógica orientada a favorecer el individualismo (pupitres individuales, exámenes individuales, trabajos individuales, cuadros de honor individuales, que cada uno vea por sí mismo...)?
Con frecuencia, pensamos que el desarrollo de las actitudes y valores es cuestión de consejos y sermones, o de pasar materia sobre ellos, sin caer en la cuenta de que el problema se asocia más a la forma en que desarrollamos el proceso educativo que a los contenidos. Por ejemplo, si queremos alumnos creativos, no servirá de mucho si les decimos una y otra vez que deben serlo o les pedimos que nos reciten las características de la creatividad, sino que tenemos que orientar la práctica educativa a "provocar la creatividad". Y la creatividad sólo se provoca enfrentando al individuo con situaciones conflictivas, con problemas a resolver, con propuestas imaginativas, con retos personales.

De ahí que el énfasis educativo no deba ser meramente educar para, sino educar en y para: educar en y para la creatividad, educar en y para el trabajo, educar en y para la ciudadanía, educar en y para el respeto, educar en y para la solidaridad...

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