La alegría de vivir (II)

Marea alta, marea
¡Qué imprevisible e incomprensible es una vida humana! De año en año, día tras día,
te mueves entre hombres y cosas. A veces brilla el sol, aunque no sepas el porqué. Estás contento.
Ves el lado bello y bueno de la vida.
Ríes, das las gracias, bailas.
Tu trabajo va bien.
Todos son amables contigo.
¿Quizás has dormido bien?
¿Quizás has encontrado a un amigo
que te ha dado seguridad?
Quisieras que estos momentos de paz
y profunda alegría no terminaran nunca.
Pero..., de golpe,
todo ha cambiado.

¡Es como si un sol demasiado fuerte
atrajera a las nubes!
Estás lleno
de una especie de tristeza
que no sabes explicar.
Lo ves todo negro.
Estás convencido
de que no importas a los demás.
Por cualquier bobada te lamentas,
te vuelves gruñón,
celoso y ofensivo.
Piensas que será siempre así
y que este mal humor nunca cambiará.
Y, de nuevo,
no conoces el porqué.
¿Quizás estás cansado?
No lo sabes. ¿Por qué ha de ser así?
Porque el hombre:
es una migaja de "naturaleza",
con días de primavera
y días de otoño,
con el calor del verano
y el frío del invierno.
Porque el hombre
sigue el ritmo del mar:
marea alta, marea baja.
Porque nuestra existencia
es un continuo alternarse
entre "vivir" y "morir"


La auténtica suerte¡La vida es como una lotería! Muchos creen haber perdido; peor todavía: creen que su vecino, más ale­gre y confiado, ha ganado.
Sin embargo, los números de la lotería son tan dife­rentes entre sí. La diferencia radica en la forma de ver y en la forma de valorar. Y esto depende de cada uno de nosotros.
He encontrado un gran número de personas sensible­mente distintas entre sí. He escuchado sus más pro­fundos secretos. Pero nunca he encontrado a nadie a quien le hubiera tocado "la lotería", "el premio gordo" de la pura y perfecta felicidad. Cada uno, de alguna forma, tenía algo que le contrariaba. Los cre­yentes llaman a este algo "la propia cruz". Los indife­rentes y los ateos lo llaman "no tener suerte". Había incluso personas que, a pesar del sufrimiento y la des­gracia, seguían contentas bajo el peso de las dificulta­des y contrariedades. Otras estaban abatidas, asquea­das y disgustadas.

A menudo, unas y otras, habían vivido la misma rea­lidad, pero, ¡cuan distintos eran los resultados!
La vida es como una lotería. Sin embargo, cada uno puede poner mucho de sí.
Señor,
Libérame de este deseo solapado y enmascarado de las cosas, las cuales nunca llegan a satisfacerme, sino todo lo contrario, continúan aumentando mi hambre insensata.
Señor,
Libérame de las cosas que considero mías, porque son ellas las que me poseen y me deprimen.
Libérame de la autosuficiencia; ella me desfigura y me empequeñece.
Libérame de la codicia, que me intoxica y me embrutece.


¡Si no ríes, no vives!.La risa es salud.
El buen humor es salud.
¿Estás seguro de pensar lo suficiente
en este aspecto de tu bienestar?
Si, a causa de las preocupaciones,
envejece el corazón,
también tu rostro
aparecerá pronto lleno de arrugas.

La risa libera.
El humor relaja.
La risa es capaz de liberarte
de los falsos problemas.
La risa es el mejor cosmético
para tu belleza externa
y la mejor medicina
para tu vida interna.
Si riendo,
tus músculos trabajan regularmente,
tu digestión resultará beneficiada,
e incluso tu apetito se estimulará
y tu presión arterial permanecerá estable.
La risa y el buen humor
te liberarán de aquella lúgubre seriedad
que vuelve los problemas
pesados como el plomo;
te liberarán, además,
del triste "tran-tran" cotidiano.

La risa y el buen humor
crean espacios nuevos
para alegrías desconocidas.
Un día en que no has reído,

es un día perdido.



Amor y amistad¡El amor de la amistad!
Es un tipo de amor
que lleva a la luz,
a la paz, a la alegría profunda.
Es un tipo de amor
que no decepciona nunca.
Deja libre al otro.
Cuando se manifiesta en ternura física,
permanece puro.
Cuando quieres poseer al otro,
para satisfacción personal,
destruyes al ser que pretendes amar
y destruyes la amistad.
Aunque te sea imposible
vivir una amistad ideal,
debes siempre tender a ella.

Sigo creyendo en el hombre,
como sigo creyendo en la naturaleza,
cuando en el más árido desierto
veo abrirse una flor.


Paso obligadoAl más pequeño dolor: un sedante.
Cada noche un somnífero
y en caso de depresión algún calmante.
¡Estás desesperadamente mimado!
De cualquier cosa haces un problema.
¡Basta la más pequeña dificultad para amilanarte!
Los problemas requieren una solución.
Los problemas que evitas empeoran.
Existen innumerables dificultades
inherentes a la vida,
al matrimonio, a la educación,
al crecimiento, a los amigos, al trabajo.
Debes abordarlas.
Debes atravesarlas,
con valentía y decisión.
Si las rehuyes, te siguen
y te pesan en el estómago.

No puedes eliminar de tu vida la "cruz",
so pena de quedar aplastado debajo.


¡Tan cerca!
Si me dejo llevar por una serie de lamentaciones, me hundo, cada vez más, en el abismo. Los pensamientos oscuros siguen atrayendo hacia mí nuevas miserias. Debo vivir hoy. No puedo cambiar los acontecimien­tos. ¡Si lograse, tan sólo, dejar un resquicio para los recuerdos hermosos! ¡Si consiguiera no preocuparme tanto del mañana!
¿Qué tengo hoy de bueno?
La salud. El sol en el cielo.
Comida y bebida.
Un niño que me sonríe.
Una flor en casa.
Tal vez busco la felicidad
demasiado lejos de mí.
¡La felicidad se parece a las gafas!
No las veo y, sin embargo,
están sobre mi nariz!
¡Tan cerca!


Es amor
lo que te falta

Buscas una atmósfera agradable y acogedora. Quieres vivir relajado en un ambiente feliz. Y por eso te pones a comprar y comprar, porque a veces tu cartera está más provista que tu cerebro y tu corazón. Compras cortinas y moquetas mórbidas. Quieres una luz suave, una luz crepuscular. Un lugar para sentarte. Un rin­cón para leer. Un espacio para comer. Apretando un botón puedes tener cuanto deseas.
¡Pobre hijo del bienestar!

¿Por qué no tienes un aspecto más feliz? ¿Por qué ríes tan poco y por qué te pones nervioso tan fácilmente? ¿Por qué todos los artículos de lujo te dejan, a fin de cuentas, vacío e insatisfecho? Porque son objetos muertos. Quizá muy prácticos y valiosos, pero no po­drás nunca intercambiar con ellos un gramo de amor. Es el amor lo que te falta. Pero el amor no se compra. Si pagas el amor, ya no es amor.



Silbar bajo la lluvia¿Por que algunos hombres
fruncen el ceño aunque luzca el sol
mientras otros consiguen silbar bajo la lluvia?
¿Por qué hay hombres que,
apenas abren los ojos,
ven siempre algo de través?
Esto sucede porque
tienen una idea falsa
del sentido de la vida
y de las cosas.
Tienen necesidad de Dios,
no como Ser vago e impersonal,
lejano en los cielos,
sino como un amigo querido,
como un padre muy cercano.
Un íntimo contacto con Dios
cambia la mirada de los hombres sobre las cosas
y cada mañana renueva el corazón.

SER POBRE
Ser pobre. No sabes qué significa.
Ser pobre, como millones de personas,
en los países pobres.
No sabes qué significa.
Derriba tu casa
y construyete una barraca
con vigas de deshecho, hojalata y cartón.
No preveas una habitación para dormir
ni mucho menos un bar privado.
Sustituye las sillas y sillones
por bancos y cajas.
Despréndete del coche, la televisión, la radio.
Elimina la electricidad,
el teléfono, el gas y el agua corriente.
Suprime la instalación estereofónica,
el frigorífico y el congelador.
Tira los vestidos lujosos.
Si enfermas, que no exista médico,
ni farmacéutico, ni hospital.
Si ser pobre es todo esto,
¿podrías querer a los que poseyendo riquezas
en abundancia rehusan compartirlas?
¿Nó te pondrías, tal vez,
a odiar a los ricos?

La primavera llama.
El sol llama.
Deja que te cautive
la maravilla de la luz y de la vida.
Mira al ruiseñor que canta en el cielo.
¿Sabes por qué?
¡Porque no debe pagar alquiler!
Mira al cielo y canta,
porque el sol brilla para ti gratuitamente.


Aparcar al sol
Verdaderamente, no camino largo tiempo sobre la tie-. rra. Entre la eternidad que ha precedido a mi naci­miento y la eternidad que seguirá a mi muerte, tengo justo el tiempo de aparcar sobre nuestro pequeño pla­neta. Tengo un "disco horario". No puedo modificar la duración de una hora. Mi estancia aquí abajo está inexorablemente limitada. Ningún "dispositivo" puede hacer algo por mí. Mi vida es como una firma en la arena del mar. Un leve soplo de viento la hace desaparecer. ¿Qué hacer entonces? Diría: sobre todo, no llorar. Buscar, más pronto, la forma de aparcar mi vida al sol, y no en una colmena de intrigas, de preocupaciones y problemas que consuman los ner­vios. ¡Embellecer los días! Entusiasmarse por la luz, por el amor, por los hombres y por las cosas buenas.
Ser afectuoso y cordial con el anciano que sabe que su tiempo de aparcar ha terminado; con el enfermo, el inválido, el desheredado, el explotado, el drogado y tantos desdichados que no han podido encontrar un lugar al sol. Crear días hermosos para ellos y para todos los hombres que me rodean. En el fondo, no tengo otra opción para ser feliz
¡Aparcar al sol
y dejar que el tiempo transcurra!


Reconcíliate con la vida
Para ser, al menos, un poco feliz,
para tener sobre la tierra un pedacito de cielo,
debes reconciliarte con la vida, con tu vida,
¡tal como es ahora!

Debes aceptar tu trabajo,
a las personas que te rodean,
sus defectos y sus imperfecciones.
Debes disfrutar de tu marido,
de tu mujer,
aunque pienses que no has encontrado el marido ideal
o la mujer ideal
(no creo que existan).
Debes contentarte con lo que tienes,
con tu circunstancia, que no has escogido,
con tu casa, con tus muebles,
con tus vestidos, con tu situación,
aunque en casa de tu vecino,
al menos en apariencia,
todo sea más bonito y mejor.
¡Reconcilíate con la vida!
Tienes una sola piel. Ya no puedes renacer.

Tú sabes...
Tú sabes que los hombres son pequeños, pobres, que están solos, que son débiles y vulnerables. Sabes, que hay lágrimas que nadie seca.
Sabes que no hay mayor tristeza que la de un Corazón incomprendido por todos. Sabes que para algunos la vida es un insoportable dolor. Haz lo posible para comprender a los hombres, para ayudarlos.
Entra en su sufrimiento, en su soledad. Baja de la cumbre de la autosuficiencia hacia el valle de los hombres solos y enfermos. Sé bueno; intenta com­prender la indecible nostalgia de felicidad que. a veces, los hombres expresan por medio de ansias y deseos insensatos.

Construirás así tu propia felicidad. En tu soledad y en tu debilidad florecerán entonces deliciosos momentos que te levantarán más allá del ritmo cotidiano de la vida. Tendrás un corazón para aliviar a todos los hombres y para abrazarlos.
Sólo en la ternura se encuentra el consuelo final para todos los hombres que viven en el frío de nuestra sociedad glacial, regulada por la burocracia y los bu­rócratas.


Una imagenUna noche, durante el telediario,
me impresionó una imagen.
Una imagen entre las acostumbradas imágenes cotidianas
de catástrofes y de guerras.
Precisamente antes de las noticias deportivas.
Una imagen se coló allí en medio,
por un momento.
Una imagen
de uno de los países más ricos del mundo,
dotado de las más avanzadas ventajas sociales,
donde, desde la cuna a la tumba,
se ocupan de todo.
Una imagen de Suecia.
He visto a un anciano tumbado en la acera.
He visto a la gente rozarlo.
El fotógrafo afirma que el hombre
permaneció allí horas enteras
sin que nadie le hiciera caso.
Finalmente llegó un coche de la policía.
El hombre estaba muerto.
¡Aquella imagen no me abandona!
Es el símbolo
de una civilización muerta y en decadencia.
¿Nadie vio caer a aquel hombre?
¿Por qué nadie le socorrió?
¡Es un suicidio público
causado por la indiferencia!
O, tal vez,
¡aquel hombre hubiera ya muerto
mucho antes para sus semejantes!


Cuando estoy más que saciado,
mis ojos se cierran y mi corazón se endurece.
A mayor índice de consumo,
de riqueza y de bienestar,
yo muero como "hombre"

Los personajes importantes se arrellenan cómodamente en sus sillones en edificios lujosos de cemento y vidrio. Los veo sentados, muy serios, mientras discuten interminablemente sus pequeños y grandes problemas. Los informes se amontonan: crecen como hongos gigantescos. Las oficinas se llenan. El mundo se llena hasta volverse todo oscuro. ¿Donde quieres que vayamos a parar, con un mundo semejante?

Un amigoPuedes soportar y experimentarlo todo siempre que junto a ti esté un amigo, aunque éste no pueda hacer más que darte aliento o tenderte una mano. En la vida un amigo es como el pan y el vino: una bendición. En las dificultades de la vida, un amigo es el consuelo más grande. Créeme: la respuesta competente de un asistente social, de un siquiatra, de un funcionario, la ayuda mejor intencionada de un ente oficial, sirven de bien poco para un "hombre con problemas", compa­radas con el gesto amable y la palabra afectuosa de un amigo o amiga.
El domingo, un hombre telefoneaba a la radio: "Es­toy desesperado. No quiero vivir más. He dejado todo mi dinero en el siquiatra, cinco mil pesetas cada tres cuartos de hora; luego he pagado los medicamentos al farmacéutico, pero cuando los acabe todo volverá a ser como antes". El jueves, una mujer telefoneaba: "Dime algo. Estoy a punto de hacer una locura. Tengo cuatro hijos. No me falta nada, pero no con­sigo seguir viviendo". ¿Por qué todo esto? ¿No había nadie capaz de ser, para estas personas, un amigo o una amiga? ¿Nadie capaz de ofrecer un poco de pro­tección en un mundo donde todo se tambalea? Los siquiatras son atacados. Los hombres se vuelven vícti­mas de un ambiente síquico podrido. Las pastillas no los curarán. La receta: aquella sencilla bondad junto a la cual los demás se encuentran bien.

SolicitudNo cumplo con mi deber hacia el amor,
si me contento con mirar
cordial y amablemente
a las personas que me rodean.

Esta es una benevolencia que cuenta poco
y una ilusión de amistad.
Me tranquiliza.
No hago daño a nadie.
Respeto los derechos de los demás.
¡Hago demasiado!
Soy un ciudadano perfecto,
acomodado y seguro
bajo mi campana de cristal,
en mi propia atmósfera.
Precisamente por esto resulto culpable
de la indiferencia colectiva
que sofoca a nuestra sociedad.
Si quiero .amar de veras debo dedicarme
con solicitud profunda y auténtica
a las personas
-con las que vivo bajo el mismo techo;
-con las que trabajo durante todo el día;
-con las que viajo;
-con las que me divierto, juego y río.
Una solicitud de este tipo,
que me sacuda, me arranque
de mi pequeña esfera de intereses.
Es absolutamente necesaria.
No debo dejarla nunca de lado,
ni siquiera cuando estorbe
mi paz y mi tranquilidad.
Quizá sea incluso un bien:
que me molesten;
que la atención
amigable y afectuosa hacia los demás
comporte, a veces,
disgustos o preocupaciones
que yo mismo no podré confiar a nadie.

La solicitud es fruto
de un amor auténtico.
Puede hacerme sufrir,
pero, a fin de cuentas,
me aporta el mejor don.
Ella da la vida, da color a mi existencia
y, a veces, me regala
un sentimiento de profunda gratitud,
una especie de paraíso
desconocido.

HospitalidadAmar a los hombres. Amarlos a todos. Quiere decir, ante todo, acoger a todos los hombres que encuentres en tu camino.
Quiere decir: dar tu corazón, tu casa, tus bienes, de tal modo que el otro no se sienta humillado sino que pueda aceptarlos como una cosa natural. No forzar nunca nada. Todas las cosas deben acontecer espontá­neamente.
La hospitalidad no la aprenderás nunca en los libros. Es una actitud interior que lleva a abrirse y a compar­tir las cosas. Pertenece al misterio de quien es verda­deramente hombre.
Para reecontrar la auténtica hospitalidad debemos ob­servar a los pobres.
En el Norte de África, por ejemplo, el pobre te invita a su mísera barraca hecha de barro, de palos y cartón y no cesa de repetir:
¡Mi casa es tu casa!
Ven y bebe un poco de té. Ven a comer. Y, si se hace de noche, no te dejará marchar. Tendrás que quedarte a dormir. Para ti extenderá en el suelo sus mejores esteras, y Dios sabe dónde irá él a dormir.
Después, cuando este hombre venga a Europa, en­contrará en nuestras ciudades un cartel:
¡Prohibido a los norte-africanos!

El arte de envejecerSi tu agencia no señala
accidente mortal,
crisis cardíaca o enfermedad grave,
llegarás a muy viejo.
Pero, ¿de qué te sirve envejecer
si tu ancianidad aportará
todas las plagas de Egipto?
-Parálisis, reumatismo, esclerosis,
amnesia, sordera, ceguera,
infantilismo, aislamiento, soledad...
Las máquinas improductivas
se desguazan.
¿Es posible que las personas
que se han vuelto improductivas
sigan siendo "hombres"
y sean felices?
Depende del ambiente,
de la familia, de los amigos,
de los conocidos,
de las condiciones de jubilación.
En buena parte, depende también de ti.
Debes aprender a envejecer
¡Envejecer no es una catástrofe!
Los días de tu otoño
no son necesariamente
días desgraciados.
Aprende a envejecer
con un corazón joven.
¡Es todo un arte!
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